Philadelphia pudo perder a Harden por cuestión de horas

Lo que pudo ser y no fue. Así se puede llamar la película dramática que ha protagonizado (y sigue protagonizando) James Harden este verano. Tras sus sonadas salidas de Houston Rockets y Brooklyn Nets, todo hacía indicar que en Philadelphia había encontrado la horma de su zapato. Gran mercado, posibilidad de dirigir el equipo sobre el parqué, jugar junto a una súper estrella… y lo más importante, su amigo e idolatrado (hasta hace poco) Daryl Morey mandando en los despachos. ¿Qué podía salir mal? Pues visto lo visto, prácticamente todo.

No vamos a hacer una cronología de los hechos, pero no por ello podemos dejar pasar por alto la información que aporta Ramona Shelburne de ESPN, quien explica que Harden echó por tierra un nuevo contrato con los 76ers cuando este ya estaba redactado, impreso y listo en la mesa del presidente de operaciones de baloncesto de la organización.

Todo se precipitó en un par de días, pero tal batacazo se fue fraguando mucho antes. Nos tenemos que remontar a los primeros días de Harden en el equipo. Al MVP de 2018, quien llegaba asegurando que era su mejor oportunidad para ser campeón y que le encantaba tener a Doc Rivers como entrenador, se le hizo ver que su juego debía cambiar un poco. Ahora, en vez de ser un anotador compulsivo debía tomar el rol de facilitador. Así lo hizo, pero la consecuencia fue la creencia de que ya no podía ser el que fue.

Con tal escenario, llegábamos a la agencia libre de 2022 y La Barba hacía el sacrificio de ganar menos del máximo para ayudar al equipo a firmar a P.J. Tucker. Se vendió como un gesto generoso por ambas partes, pero en realidad la franquicia tenía dudas de ofrecerle más y el propio jugador lo sabía. Aun así apostó por seguir a la espera de un gran contrato al verano siguiente, entendiendo en todo momento que seguía siendo su mejor opción. Llegados a este punto no pocos pensaban que los de Pensilvania se lo darían, y lo cierto es que estaban en camino de hacerlo, pero para ese momento Harden ya estaba con la mosca detrás de la oreja. Se estaba cocinando lo que terminaría desencadenando en un arrebato sin posibilidad de marcha atrás.

Tras perder en el séptimo partido de las semifinales de la Conferencia Este ante Boston Celtics, el rápido despido de Rivers respondió a algunas disputas que tuvo este con Harden. Por entonces el equipo ni se planteaba prescindir de su estrella; es más, pensaba que estaba allanando el camino hacia su renovación. La cuestión es que este mensaje no solo no llegó al jugador, sino que saltó por los aires al sentir que el silencio de parte de su amigo Morey le sentenciaba.

La duda lo echó todo por tierra

Tal cual suena. Si bien Morey dejó claro que renovar a Harden era la prioridad del equipo, a la vez se daba en la gerencia un gran debate interno sobre qué debían ofrecerle al jugador. Algunos pensaban que debía estar en la línea de Kyrie Irving con Dallas Mavericks –126 millones de euros por 3 años–, otros que era poco, otros demasiado… Mientras discutían esto, la comitiva de Harden intentaba indagar en qué estaba pasando y la conclusión fue que la falta de respuesta inmediata por parte de Morey le abocaba a tener que buscar una alternativa, ya que no iba a conseguir lo deseado.

Así las cosas, Harden ejerció su opción de jugador y pidió el traspaso un 30 de junio. Los Sixers se quedaron atónitos y con un contrato que nunca conoceremos en la mano. El plan era ponerle sobre la mesa un acuerdo que entendían justo por su rendimiento, pero él no lo veía así. Según Chris Haynes de Yahoo! Sports se trataba de un trato de muchos millones, pero a corto plazo.

James, quien era elegible para un máximo de 4 años y 210 millones de dólares, viniendo además de rechazar una extensión de dos años y 100 millones de dólares con Brooklyn Nets, se sintió herido y rompió con todo (por el silencio). Pensó que era mejor asegurar los 35,6 millones de su player option que tener que verse obligado a aceptar lo que le pusieran por delante; y es que según explica Ramona Shelburne, no sabía aún de qué se trataba. «James sintió que Daryl lo estaba engañando. Se sintió traicionado», comenta una fuente cercana al jugador según la citada periodista.

La franquicia de Pensilvania, por su parte, se lanzó a buscar la manera de hacer ver a jugador y agentes que estaban equivocados, que no iban a dejarle en la estacada y que tenían preparado un jugoso contrato para él. Era demasiado tarde. Harden estuvo esperando días a tener certezas sobre su futuro en el equipo. Éste por su parte pensaba que todo estaba en calma. No supieron medir los tiempos. James estaba cada vez más cerca de estallar y lo hizo dejando a los Sixers sin derecho a réplica. Pudieron haber levantado el teléfono el 28 o el 29 de agosto, incluso unas horas antes de que el último día de junio saltase la bomba. No lo hicieron y nunca sabremos si la oferta hubiese convencido a Harden.

Exacto, Philadelphia pudo perder a Harden por cuestión de horas.

(Fotografía de Maddie Meyer/Getty Images)


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