A comienzos de 1968 el deporte profesional no había llegado todavía al estado de Arizona. Se había hablado mucho sobre la posibilidad de apostar fuerte por la creación de una franquicia deportiva en el territorio, pero generalmente los debates se centraban sobre el fútbol americano. No había medios de comunicación que trataran el tema ni se realizaban debates sobre los pros y los contras. Ni siquiera encuestas a la población para estudiar la posibilidad de llevar el baloncesto profesional a la ciudad. Así, cuando una primera voz propuso en firme a Phoenix como una sede más para la NBA, fue catalogado como ‘loco’.
Richard Bloch, un agente de bolsa y promotor inmobiliario residente en Tucson, ciudad situada a casi 200 kilómetros al sur de Phoenix, reunió un grupo inversor que también incluía a Karl Eller, uno de los más importantes hombres de negocio de la ciudad, y Don Diamond, un inversionista inmobiliario. Bloch fue el catalizador de esta formación y el encargado de reunirse con el entonces comisionado, Walter Kennedy, para trasladarle su propuesta. Este respondió con asombro y escepticismo “¿Phoenix? ¡Debes de estar loco! Phoenix nunca será compatible con el baloncesto profesional.”
El comisionado de la NBA se opuso a la petición de Bloch y su postura fue respaldada por otro sector de la liga que opinaba que Phoenix era una ciudad “demasiado calurosa, demasiado pequeña y demasiado alejada” para albergar baloncesto profesional por aquel entonces. Pero si Bloch se había convertido en un gran hombre de negocios era, entre otras cosas, por su perseverancia. Y así insistió de forma reiterada hasta que convenció a Kennedy para que realizara un estudio de viabilidad entre los habitantes de Phoenix. “Hablé personalmente con media docena de limpiabotas, un par de barberos y algunos taxistas”, reconocería Kennedy. “Quedé muy sorprendido y satisfecho del conocimiento que tenían sobre la NBA. Después de esas conversaciones y el estudio que hicimos pensé que realmente Phoenix estaba lista para albergar una franquicia.”
Apenas un día antes de la celebración en Nueva York del All-Star Game de 1968, Kennedy comunicó a Bloch y su grupo inversor que la Junta de Gobernadores había aprobado una franquicia de expansión para la ciudad de Phoenix. Tras pagar la tarifa de entrada preestablecida de dos millones de dólares, Bloch recibió un equipo aún por construir y 30 balones oficiales Wilson autografiados por Walter Kennedy. Era un comienzo.
Tres meses después, el 25 de abril, la franquicia fue bautizada como ‘Suns’ después de un concurso público patrocinado por el medio The Arizona Republic que recibió casi 30.000 propuestas. El término ‘Suns’ hace referencia al emplazamiento de la ciudad de Phoenix conocido como ‘El Valle del Sol’, lugar donde la temperatura en verano supera holgadamente los 40 grados. Sin embargo, el logotipo oficial tardó más en desarrollarse. La espera, eso si, mereció la pena. Los copropietarios Don Pitt y Don Diamond fueron los encargados de contactar con un primer artista comercial que les cobró 5.000 dólares por un diseño que no gustó nada en la franquicia. Posteriormente llamaron a un viejo conocido en Tucson, Stan Fabe, quien dirigía una exitosa empresa de impresión. Fue Fabe quien diseñó el característico logotipo de una pelota de baloncesto en llamas, una versión que se mantendría casi inalterable hasta 1992. Un emblema histórico de la NBA que tan solo costó 200 dólares a las arcas de la organización.
El primer hogar de los Suns no fue tan arcaico. De hecho, el Arizona Veterans Memorial Coliseum había abierto sus puertas apenas tres años atrás como centro para albergar diversas exposiciones, ferias y conciertos. Su aforo inicial era de 12.224 asientos que, posteriormente, sería incrementado para acoger casi 15.000 aficionados. Solventadas las necesidades estructurales y corporativas, era hora de dar paso a lo verdaderamente: el baloncesto.
Richard Bloch tenía muy claro su objetivo: convertir a los Suns en una franquicia ganadora y, a su vez, en una organización vanguardista capaz de codearse con la élite financiera de la NBA. Para ello cerró la contratación de Jerry Colangelo, quien se convertía en el general manager más joven en la historia de las cuatro grandes ligas norteamericanas. La filosofía a seguir por Colangelo fue igual de clara: construir en base a la juventud y unos principios innovadores. “Por supuesto, lo ideal es una mezcla de juventud y veteranía pero cuando se trata de cambiar las cosas la juventud debe prevalecer.” El primer movimiento de Colangelo fue contratar como head coach a Johnny “Red” Kerr, elegido Entrenador del Año en 1967 y a quien conocía de su experiencia previa como scout y asesor en Chicago. Juntos habían logrado clasificar a los Bulls a los playoffs en la primera temporada de la franquicia en la NBA. La primera orden recibida por Kerr fue clara: “Cambia las jugadas. Las conozco todas.”
Dick Van Arsdale se convirtió en el primer jugador de los Suns tras ser elegido en el draft de expansión celebrado el 6 de mayo de 1968. Otros jugadores seleccionados en aquella cita fueron Gail Goodrich, Neil Johnson, David Lattin, Dick Snyder y Stan McKenzie. En el draft de aquel mismo año elegirían en octava posición a Gary Gregor, alero procedente de la Universidad de South Carolina.
Los Suns ganaron su partido de debut en la NBA ante los Supersonics por un resultado de 116-107 y firmaron una gran actuación en las dos primeras semanas, con un balance de 4-3. Sin embargo, la lógica terminó imperando y los de Arizona concluirían su primera temporada en la NBA con un récord de 16-66.
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Entregas pasadas: primera entrega: Utah Jazz; segunda entrega: Dallas Mavericks; tercera entrega: Atlanta Hawks; cuarta entrega: Memphis Grizzlies; quinta entrega: Houston Rockets; sexta entrega: Washington Wizards; séptima entrega: Milwaukee Bucks.
(Fotografía de portada de Christian Petersen/Getty Images)