Kobe Bryant, el héroe y la generación de la treintena

La sequía de consuelo, el desazón y el dolor son todavía ‘himalayescos’. Serán eternos e impiden pensar con neta claridad en estos momentos. Hacen virar la cabeza a muchos pasajes, a demasiados recuerdos, sin posibilidad de ordenar todos ellos mediante una nomenclatura reconocible. Cómo iba a ser diferente, el ídolo y héroe de tantos aficionados acaba de marcharse. Lo hizo como solo él podía, yéndose desde el cielo.

Muchísimo se ha escrito ya sobre Kobe Bryant y su desgarrador desenlace el pasado domingo. Sobre el mito, el poso y legendaria memoria que siempre acompañarán a ese nombre que a finales de los años 90 resultaba exótico, hasta extraño. Casi difícil de pronunciar (“Kobe”, “Cobe”, “Kobi”…). Para muchos, entre los cuales me inyecto el primero, Kobe Bryant fue como el principio de todo. El prólogo de una historia de amor incondicional hacia una competición de adicción inimitable. Los que ahora coqueteamos con la treintena, no conocimos la NBA sin aquel grácil adolescente que se creía en posición de patear el culo al mismísimo Michael Jordan.

Porque era algo literal. Kobe de veras creía en esa afirmación. Creía que podía ganarle al mejor de todos los tiempos siendo tan solo un imberbe lechón recién trasladado al recinto de los adultos. Hasta se lo hizo saber al propio MJ en persona durante el primer careo de sus vidas.

“Estaba tremendamente obsesionado con superar a Jordan en su carrera como el mejor de la historia del baloncesto. Su obsesión era hasta nociva. Cuando jugamos en Chicago aquella temporada (1996-97, la de su debut) organicé un encuentro entre los dos para que se conocieran. Creía que Michael podría ayudar a Kobe a proyectar su trabajo más hacia el equipo, no tanto hacia sí mismo. Después de que se estrecharan la mano, las primeras palabras que Kobe dijo fueron: ‘Sabes que te puedo patear el culo en un uno contra uno, ¿verdad?’”. Lo relataba Phil Jackson hace años. Aquel número ‘8’ estaba tan obsesionado con Jordan como confiado de que podía con cualquier cosa. Eso era Kobe. No tenía miedo a nada, el resto tenía que temblar por él.

“Si me ves pelear contra un oso, reza por el oso. Siempre he adorado esa frase. Es la mentalidad de la Mamba. Nosotros no abandonamos, no buscamos refugio, no huimos. Resistimos, conquistamos”, escribía el propio Kobe tras sufrir una sobrecogedora lesión de Aquiles, que a la postre sería el fin de sus mejores días profesionales, en 2013. Todo aquello pasaba por su azotea.

No vamos a descubrir ahora ningún discurso sobre que la mentalidad de Bryant es una de las más arrolladoras de la historia del deporte. La cuestión que pretende difundir este artículo es la de su silueta como líder, paradigma, héroe absoluto de una generación, la nuestra; la que empezó a flirtear con la Liga en la segunda mitad de los 90.

Entre quienes quisimos investigar, amar y comprender la NBA durante esos últimos machetazos de Jordan, Kobe es algo así como el rey. Lo es porque desde que tuvimos uso de razón él fue un icono de la Liga.

En muchos casos, nuestros primeros contactos con las estrellas del baloncesto llegaron de la mano de los videojuegos. Y en ellos, la estrella era el joven Kobe, el que parecía iba a suceder a Jordan y siempre elegías para arrasar a rivales de cualquier otro equipo. Era tu favorito, el líder de la nueva era que amanecía tras el adiós de MJ. Encima, en la vida real el tío empezaba a encadenar partidos de 40 o 50 puntos… Su atractivo era irresistible y se consagró como el gran héroe de quienes habíamos llegado hacía poco tiempo.

“Inspiró a toda una generación. Todos queríamos ser Kobe Bryant”, pudo declarar Zach LaVine, escolta de los Chicago Bulls, desolado, este lunes. Lo dice él pero lo pensamos todos.

Líder de los 90

La sensación por aquellos tardíos años 90 era como que no habías conseguido llegar a tiempo con el propio MJ, con Magic Johnson ni Larry Bird pero sí con Kobe. Habías sido testigo de prácticamente cada una de sus epopeyas desde el principio. Y cada año eras más consciente de que acabarías contando a tus hijos haber sido testigo de un mito viviente. Insaciable. Ganaba porque de veras deseaba aplastar a sus rivales una vez tras otra.

Muchas veces a hurtadillas y con la casa ya en completa penumbra y sueños, todos nos hemos levantado más de una vez (y de cien) para ver qué nueva diablura había inventado Bryant. Existían cantidad de estrellas y reclamos por aquella época (iba a llegar pronto Pau Gasol y eran las retransmisiones de Andrés Montes y Antoni Daimiel), pero nadie nos llegaba tanto como él. Era parte de nosotros, habíamos asistido a su alumbramiento, posterior crecimiento y sería una parte de nuestra afición por la NBA para siempre.

Por algo Kobe fue el titular del All-Star más joven de la historia (19 años) con un registro que sigue superando incluso los de LeBron James (20) o Luka Doncic (20).

“Kobe se está perdiendo sin encontrar un modo de formar parte de un sistema que envuelve algo más grande que él mismo”. Esta y otras perlas como “se acabó, no pienso seguir haciendo de niñera” eran frases escupidas por Phil Jackson durante los primeros años de comunión con Kobe en los Lakers (el ‘Maestro Zen’llegó en 1999). No fue un inicio fácil para nadie. Hablábamos de la versión más rebelde de sí mismo y de una convivencia más tarde letal con Shaquille O’Neal.

Ese era el joven confiado, hambriento, desafiante, indómito, brillante y siempre sonriente que nos cautivó a los nuevos reclutas de finales de los 90. Y lo hizo hasta el final, hasta su retirada en 2016. Era parte de nosotros, no entendíamos nuestra afición por el baloncesto y la NBA sin Kobe. Por ese motivo Bryant causa un embrujo especial en la generación de la que hablamos. Miembros de quintas anteriores pueden coincidir en que Kobe no figura entre los cinco o diez mejores de la historia, pero para nosotros tiene butaca reservada en cualquier quiniela. Kobe y cuatro más. Siempre.

Mito en casa de los grandes mitos (Chamberlain, West, Mikan, Shaq, Magic, Baylor, Worthy…), Kobe era jugador de otra época. Con esa mirada asesina que ahora escasea y se echa hasta de menos. Fue el mayor exponente exterior de una época y cortó la cinta inaugural de millones de nuevos adeptos a la NBA. Un mito, una leyenda, para nosotros más que para nadie.

Hasta siempre y gracias, héroe.

(Fotografía de Allsport UK /Allsport)


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