“¡Atención, Kobe avanza, bota la pelota, se va del defensor, lanza y… canasta! ¡Canasta de Kobe!”
No es extraño escuchar la anterior frase en mi casa. Tenemos la típica canasta pequeña para que los niños jueguen y cuando yo estoy con ellos y me toca lanzar, me narro a mí mismo mientras me convierto en Kobe. No en Jordan, no en Curry, no en LeBron, no en Durant. En Kobe. Y así ha sido desde hace muchos años.
Kobe se nos ha ido y no sabía ni qué escribir ni qué contar ni si tenía sentido hacerlo. Un amigo me ayudó a ver el camino: “Tienes una gran plataforma para explicar a todos lo que Kobe significaba, y no solo en la cancha. Ese es el mejor homenaje que podemos hacerle”.
Kobe significaba tanto que es imposible contarlo aquí, pero una buena pista sobre su legado es lo que contaba al principio de este texto, que ante mis hijos sigo poniendo a Kobe como ejemplo del éxito pese a que ellos nunca le llegaron a ver jugar ya que hace casi cuatro años que se retiró.
Y el cabrón, como auténtico fuera de serie que era, metió 60 puntos en aquella madrugada de abril de 2016, haciéndome llorar sin que pudiese encontrar consuelo. Quedaban tres minutos de su último partido en la NBA, los Lakers perdían por 10 y él tenía 45 puntos para firmar su adiós retirándose con la típica ovación de despedida. Además, unos centenares de kilómetros al norte, los Warriors estaban escribiendo parte de la historia del deporte ganando su partido número 73 de la temporada. Pero él era Kobe Bryant, él no se regía por los estándares normales y por tanto le importaban un pimiento los Warriors, su récord y el rival que tenía delante. Así que metió 15 puntos más en tres minutos y dio la vuelta al marcador mientras millones de personas de este planeta sentían y a mí se me caían las lágrimas. No lloraba de alegría por un triunfo de los Lakers, lloraba porque sabía que lo que estaba presenciando no lo iba a volver a ver jamás y que los 20 años que Kobe y yo habíamos pasado juntos, compartiendo día a día desde la adolescencia, llegaban a su fin.
A partir de ese momento tocaba separarnos. Él iniciaría una nueva vida lejos de la NBA y yo seguiría anclado en la Liga. No me podía ir con él, ni podía volver atrás en el tiempo para que todo volviese a ser como antes. Tampoco tenía interés en convertirme en un stalker para seguir cada paso que diese como si yo fuese un fan quinceañero. Nos teníamos que decir adiós y yo sufría porque su despedida implicaba perderle como una vez perdí a Jordan cuando él también se marchó.
Pero esta vez fue diferente. Kobe era mucho más que Jordan. Jordan fue un dios en el baloncesto y alguien bastante ¿normal? en todo lo demás, motivo por el que me fui distanciando de él sin remedio una vez que su canasta en Salt Lake City iba cumpliendo cada vez más años. ¿Pero Kobe? Kobe, ya os lo he dicho, era diferente.
Escribió una historia para una saga de cinco libros, produjo podcasts, sacó adelante programas de televisión, ganó un Oscar, enseñó todo lo que sabía sobre baloncesto a niños y mayores, ayudó y motivó a los más grandes jugadores de la actualidad, promocionó el basket en el mundo e hizo por el baloncesto femenino lo que estuvo a su alcance. Todo ello mientras apoyaba de forma constante a su hija Gianna para que algún día pudiese llegar a la WNBA, algo que, joder, ya no va a ocurrir. Porque Gianna, con 13 años, también ha muerto y por tanto el dolor se multiplica, no ya por dos, sino por mil o por un millón. Porque tengo compañera de viaje y dos hijos y no puedo ni imaginar, ni imaginar, lo que tiene que estar pasando Vanessa Bryant al haber perdido a su marido e hija convirtiéndose de golpe en viuda y madre con una hija fallecida. ¿Cómo se puede seguir adelante así? Supongo que porque las tres hijas que quedan a su cargo le darán tres poderosos motivos para obrar el milagro de querer seguir viviendo.
La segunda parte de la vida de Bryant estaba siendo mucho más interesante que la primera porque su labor ya no era solo la de ganar partidos para que los aficionados de un equipo estuviesen contentos y los de los otros veintinueve le odiasen. Su producción actual era más rica y su ejemplo como mentor, inspirador o padre a tiempo completo hacían de este mundo un sitio mejor. Kobe no iba al Staples Center a ver a los Lakers porque entrenaba al equipo de Gianna todas las tardes. Y cuando no había entrenamiento prefería bañar a algunas de sus dos hijas en edad preescolar o acompañar a Natalia, su hija mayor, a los partidos de voleibol que disputaba. Él sabía que se había perdido demasiados momentos familiares durante su etapa como jugador y ya no perdonaba ni uno más. Eso es lo que necesitábamos de Kobe, que transmitiese que lo más importante es el amor a la vez que inspiraba a todo el mundo con trabajo incansable en lugar de limitarse a vivir en su castillo dorado pasando de todo y todos.
Uno de los grandes logros de Kobe es que fue capaz de que la gente desease parecerse a él —¿cuántos miles de jugadores profesionales de todo el mundo empezaron en el baloncesto tras verle dominar?—. O que tuviese tanto éxito deportivo como para que las aficiones rivales terminasen ovacionándole cuando su carrera concluyó. O que se reinventase tras haber pasado más de la mitad de su vida botando y lanzando una pelota.
Kobe, en definitiva, nos hizo sentir. Ayer volvió a hacerlo por última vez y yo escribo de nuevo sin consuelo como aquella madrugada del 14 de abril de 2016.
Te has ido demasiado pronto, Kobe. Ya te estamos echando de menos.
Descansa en paz junto a tu hija Gianna.
Hoy no habrá podcast. Me siento incapaz de hacerlo. Anoche pensaba que sí podría, que dedicaría 10 o 15 minutos en su recuerdo. Hoy también creía que lo grabaría, pero me he ido viniendo abajo y no, no puedo, ni siquiera tras haberme liberado en parte escribiendo esto.
En caso de que no las hayáis leído, os recomiendo tres lecturas de nuestro equipo:
- El homenaje a la carrera de Bryant que Juanlu publicó en 2016.
- Un resumen de sus 20 temporadas, el cual escribí al poco de retirarse.
- Las sensaciones de Enrique horas después de conocer la muerte de Kobe, un texto imprescindible para un día como hoy.
Si queréis compartir algún recuerdo de Kobe, los comentarios son bienvenidos.
Nota: este texto fue publicado originalmente el 27 de enero de 2020, horas después del fallecimiento de Kobe Bryant. Con motivo del que hubiese sido el 42º cumpleaños de Bryant lo volvemos volvemos a publicar recuperándolo desde el antiguo archivo de extranbamaniacs.com.