Lo último que supimos aquí de él data del pasado 27 de julio. Jorge Roche, colega en la Redacción, lo definió como ‘la noticia random del día‘. Un calificativo apropiado en nbamaniacs para un jugador al que la NBA lo tenía en el polvo del olvido.
La anecdótica noticia consistía en que Rondae Hollis-Jefferson había obtenido la nacionalidad jordana y que, por lo tanto, podría defender los colores del combinado asiático en la cita mundialista. ¿Cuál sería su nivel actual? ¿Era simple hype de un ex primera ronda del draft o debíamos esperar algo más?
Como suele suceder cuando un jugador se aleja del foco y no recala en alguna de las grandes ligas del viejo continente con opciones de euroliga, su estado físico y baloncestístico era, para la mayoría, una incógnita de escaso, sino nulo, interés.
Básquet de interrail
Con anterioridad a ese 27 de julio debemos remontarnos hasta septiembre del año 2021 para encontrar una publicación con su hashtag: tras quedarse sin hueco ni minutos en la NBA, Rondae, a sus 26 años y con el supuesto afán de recuperar el buen cartel, ponía rumbo al Besiktas turco, pero apenas siete meses después y tras rallar un nivel más que decente (15,3 puntos de media en 22 partidos), volvió a casa, sólo que unos cuantos kilómetros más abajo: hasta los Atléticos de San Germán de Puerto Rico.
Al año, adentrándonos ya en 2023, bajaba el último escalón que lo degradaba, a ojos de casi cualquier scouting NBA, a la categoría de ex jugador. RHJ firmaba primero por el Jeonju de Corea del Sur, y poco después por los TNT Tropang Giga de la liga filipina de baloncesto, donde lo ven casi como una deidad y ha sido recientemente galardonado con el título de mejor jugador extranjero.
La sonrisa del Mundial
Y ahora, como Hollisjefersanity tendría poco tirón mediático, diremos simplemente que Rondae lo está petando. El flamante fichaje de la selección de Jordania está siendo la sensación de la primera fase de La Copa del Mundo de Baloncesto FIBA 2023. Y no sólo por lo que está haciendo, sino junto a quien se está xeeteando tuiteando su nombre en estos días: el de Kobe Bryant.
Cuatro razones para ello:
- Su boxscore: loco.
- Su intensidad: disparada.
- Su confianza: absoluta.
- Su estilo: aunque resulte audaz, de una plasticidad muy ‘mamba’.
El arquetipo vintage, estético y poco eficiente afán por el short/midrange ilumina nuestras melancólicas pupilas, pero además –no sabemos cuánto durará su estado de gracia– está haciendo competir a Jordania y recordar que RHJ es un jugadorazo que simplemente nació en el periodo inoportuno.
Su ubicación en pista, todo un tweener (ni 3, ni 4 ni falso 5), su mal tiro de tres y su manera de ejecutar y bailar en la pintura, racheada y que no gusta a Morey ni al Sabermetrics, le hicieron exiliarse de la NBA pero sin arrebatarle la magia que atesoraba y que, a sus 28 años, sigue muy viva en él.
Le metió 24 puntos a Grecia en su debut a pesar de la derrota, con un carro de lanzamiento de 7 de 11. Dos días después, todo seguidor de la Copa del Mundo y miles de tuiteros casuals conocieron el nombre de Rondae Hollis-Jefferson gracias a sus 39 puntos a Nueva Zelanda, con un 50% en tiros de campo (12 de 24), y añadiendo 9 rebotes, 4 asistencias y 2 robos.
Y todo ello repleto de acciones puro highlight delicatessen.
¿Retorno a la NBA?
Ser la estrella en un evento a escala internacional no te garantiza un hueco en la NBA. Que le pregunten sino a Willy Hernangómez.
La liga norteamericana está repleta de fracasos estrepitosos de lo más recientes cuyo problema no es el talento sino el rol del jugador en una pizarra que los ha dejado de querer. Jahlil Okafor, Miloš Teodosić… Rondae Hollis-Jefferson.
(Fotografía de portada de Ezra Acayan/Getty Images)