En sus sextas Finales, Stephen Curry ha logrado por fin coronarse como el mejor jugador de las mismas. El base ha recibido el premio Bill Russell al MVP de las Finales después de que los Warriors sumasen la victoria por 90-103 en el TD Garden, colocando el 4-2 en el global y haciéndose con su cuarto anillo en las últimas ocho temporadas.
Steph, que vio cómo Andre Iguodala se llevaba el galardón en 2015 y cómo Kevin Durant hacía lo propio en 2017 y 2018, se ha alzado esta vez con él de forma incontestable tras promediar 31,2 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias con un 48,2% de acierto en el tiro (44% en triples). No obstante, su importancia en el triunfo de los suyos ha trascendido los meros números, pues encuentros como el Game 5 reflejaron su capacidad para influir en el partido a través de su creación de su juego y de su capacidad para atraer defensores con su movimiento sin balón. Por si fuera poco, Curry ha firmado unas grandes Finales a nivel defensivo, usando sus buenos fundamentos y su capacidad de meter manos para compensar su tamaño y promediar 2 robos por partido.
El de los Warriors ya venía firmando una eliminatoria sensacional, pero fue el Game 4 el que le consagró como el grandísimo favorito al premio individual. Con los suyos contra las cuerdas y en una noche en la que sus compañeros estuvieron muy discretos en ataque, Curry bombardeó a los Celtics a base de triples para alcanzar los 43 puntos y lograr un triunfo salvador que mantuvo con vida a los suyos en la noche que podrían haber sido enviados de forma provisional a la lona. Si alguien dudaba de su grandeza y de su capacidad para ser decisivo, Steph ha terminado de acallar cualquier atisbo de críticas con el gran premio que le faltaba, llevando a los suyos a la gloria una vez más y, esta vez sí, siendo reconocido como el gran artífice que siempre fue.
(Fotografía de portada: Adam Glanzman/Getty Images)