‘Take me home’: un río, setenta años y tres historias de básquet en West Virginia

Hay algo en West Virginia que atrapa. Que define este estado y no te deja ir, mucho menos olvidar. Un algo que podría ser, por qué no, el paisaje, las estampas de los Apalaches. Tan salvajes, frondosas, verdes y, a la vez, tan decadentes. Consecuciones de montañas y ríos con minas abandonadas; de valles y bruma con fábricas caídas en el olvido. De naturaleza viva y naturaleza muerta.

O puede que sea un algo intangible, como al que John Denver cantaba en el himno no oficial del estado, ese Take me home, country roads que citan hasta Los Chikos del Maíz. La sensación de que allí, en West Virginia, la vida es “más antigua, más antigua que los árboles y más joven que las montañas”. 

O puede que todo sea producto de la mitología moderna de esta tierra, tejida con historias de mineros venidos de todas partes del mundo, con sus luchas y sus derrotas y su orgullo. 

O puede que los culpables sean el baloncesto y el carisma innato que tienen los que han salido de este estado hacia el estrellato

O, quién sabe, puede que sea todo a la vez.

Y, quizás, para definir West Virginia baste con algo muy sencillo: un viaje de 70 años por tres historias nacidas a la orilla de un río, el Kanawha, donde se explican no solo tres épocas del estado, sino del baloncesto norteamericano en su conjunto

1951: las derrotas de “Zeke from Cabin Creek”

Estamos en 1951 y la razón por la que el básquet es parte inherente de West Virginia está en la historia de este niño: 13 años, enclenque, paliducho y que se pasa el día jugando ahí, enfrente de su casa, con una bola y un aro colgado de una pared de chapa. Parece asustado, y es normal. Su hermano acaba de morir en la Guerra de Corea. Su padre llega asqueado y reventado y cabreado de la mina cada noche, ¿y su desahogo predilecto cuál es? Zurrarle al hijo. 

Cansado de aguantarlo, Jerry, que así se llama el chaval, le acabará por dar un ultimátum a su padre. A la siguiente paliza, te mato. Y por si decide hacer caso omiso, dormirá a partir de ese momento con una escopeta cargada bajo su cama.


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