La temporada de Kevon Looney dio comienzo a 637 kilómetros al sureste de las instalaciones de los Golden State Warriors en San Francisco. Tras la pesadilla que le supuso 2020 en lo personal, el curso había ido mejor que el anterior con respecto a su estado físico, pero un nuevo batacazo deportivo le empujó de vuelta a casa.
Looney nació y creció en Milwaukee. Pero, como casi todo el que pasa por el circuito NCAA, quedó unido de por vida a su alma máter, UCLA. Hoy cuesta situar mentalmente al pívot de los Warriors abrazando el estilo de vida californiano con su vetusta rigidez y la vejez que exudan sus encasquilladas articulaciones y rostro, que hace tiempo dejó atrás cualquier reflejo de juventud. Ahora es más sencillo imaginarse a Looney sentado al borde de su cama cada mañana, con las manos en las rodillas aunando fuerzas para ponerse en pie que visualizarle corriendo por las playas del sur de California.
Kevon Looney y la vejez sobrevenida
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