La influencia de Pat Riley está presente en cada arista y en cada rincón de los Heat. Buscando transformar la cara de una organización todavía novicia por aquel entonces, Micky Arison estrenó su condición de propietario cerrando un acuerdo mediante el cual enviaba un millón de dólares y una futura primera ronda del draft a los Knicks a cambio de los derechos de Riley. Un día después, el 2 de septiembre de 1995, fue presentado como entrenador y presidente del equipo.
En una de sus primeras comparecencias tras aterrizar en Miami, Riley explicó la nueva filosofía que pretendía instaurar en la franquicia y su visión sobre un desfile triunfal a lo largo del extenso Biscayne Boulevard. El objetivo no era otro que conquistar el campeonato y hacer de los Heat una franquicia respetada en la NBA. A partir de ese momento, la cara de la organización cambió por completo. Riley trajo consigo un carrusel de estrellas, un historial probado, profesionalismo y, principalmente, resultados.
El nuevo presidente aprovechó las revueltas aguas de Charlotte para cerrar su primera gran operación. Desde el primer momento apostó fuerte y mostró su afinidad por el riesgo y los ‘macro-movimientos’. El 3 de noviembre de 1995 envió a Glen Rice a los Hornets a cambio de Alonzo Mourning, en una operación que afectó a otros cuatro jugadores. Riley tenía a su ‘big-men’ particular y asentó las bases de un estilo de entender el baloncesto que se ha mantenido en South Beach hasta nuestros días: dureza, intensidad, físico, disciplina y defensa. Valores que aprendió en la Linton High School y que perfeccionó durante sus años en Los Ángeles. Apenas tres meses después, fue uno de los grandes protagonistas de un masivo cambio de piezas en el que se vieron involucrados hasta diez jugadores. El premio para los Heat sería Tim Hardaway. Precisamente, Mourning y Hardaway se convertirían en los primeros dos jugadores en la historia de la franquicia en ser elegidos para disputar el All-Star Game. El mensaje de Riley fue, entonces, claro: esto es lo que quiero y haré lo que sea para ganar.
En 1997, los Heat cerraron la temporada con el mejor récord de su breve historia (61-21) y alcanzaron las Finales de Conferencia por primera vez, donde cayeron a manos de los Bulls de Michael Jordan. Como gratificación individual, Riley recibió su tercer premio al Entrenador del Año tras los conseguidos en Los Ángeles (1990) y Nueva York (1993). Después de firmar el mejor récord del Este en 1999 y conquistar su cuarta corona consecutiva de la División Atlántica un año después, la mala fortuna se cebó con la salud de Mourning. Riley se vio obligado a empezar prácticamente desde cero y no fue hasta 2003 cuando su gestión comenzó a dar sus frutos.
Ese mismo año abandonó su puesto de head coach con el fin de centrarse expresamente en el trabajo de oficina. Después de ceder el puesto al frente del banquillo a su asistente, Stan Van Gundy, Riley seleccionó a Dwyane Wade en la quinta posición del draft 2003. El mismo de LeBron James, Carmelo Anthony y Chris Bosh, pero también el de Darko Milicic. Un año antes había hecho lo propio con Udonis Haslem. Paralelamente, cerró la contratación como agente libre de Lamar Odom. El de Queens cuajaría una gran temporada en Florida pero Riley tenía otros planes, tanto para él como para su equipo. El turbio ambiente tras la derrota en las Finales de 2004 ante Detroit provocó una ruptura entre los pesos pesados de la plantilla de los Lakers. Pat fue rápido y puso sobre la mesa un paquete compuesto por Caron Butler, Brian Grant, el propio Odom y una primera ronda del draft para cerrar el traspaso por Shaquille O’Neal, por aquel entonces tres veces campeón de la NBA y once veces All-Star. Los Heat pasaron de las 42 victoria del curso 2003-04 a las 59 del 2004-05. La derrota en Finales de Conferencia ante los Pistons tras una dura batalla a siete partidos fue recibida con decepción, pero también con la convicción de que el gran objetivo se hallaba cada vez más cerca.
Antes del inicio de la temporada 2005-06, Pat Riley fue un actor fundamental en el diseño de la mayor operación en la historia de la NBA. Hasta cinco equipos se vieron involucrados en un mega-traspaso que afectó a un total de 13 jugadores. El paquete recibido por los Heat estaba compuesto por James Posey, Antoine Walker y Jason Williams. A cambio hicieron las maletas Eddie Jones, Rasual Butler y Qyntel Woods. A su vez firmó a Gary Payton, quien quemaba sus último cartuchos como profesional, y a Jason Kapono, un especialista exterior. Los Heat sumaron 52 victorias en regular season, se vengaron de los Pistons en Finales de Conferencia y conquistaron el primer campeonato de su historia tras una vibrante eliminatoria ante Dallas. Para entonces, Wade había confirmado su status de estrella con una histórica actuación en las Finales y Pat Riley había regresado a los banquillos para sumar un nuevo entorchado a su cuenta particular.
Un nuevo periodo de reflexión le llevó a abandonar una vez más los banquillos, presumiblemente, de forma definitiva. En 2008 eligió a Erik Spoelstra como sucesor y pasó a ocupar formalmente el cargo de general manager. Lo que se traía entre manos precisaba de una minuciosa gestión, su atención y todos los recursos disponibles. Y apuntaba directamente a la agencia libre de 2010.
El 7 de julio cumplió su misión declarada de firmar la renovación de Wade mediante un acuerdo a largo plazo. Ese mismo día cerraba la incorporación de Chris Bosh desde Toronto a cambio de dos rondas del draft y una trade exception por valor de 16,5 millones de dólares. 24 horas después, LeBron James anunció por televisión su decisión de unirse a Wade y Bosh. Esa misma noche, los Heat enviaban a Michael Beasley a Minnesota con el fin de abrir espacio salarial para sus nuevas estrellas. También utilizó el mercado de agentes libres durante la estancia en Florida del ‘Big Three’ para adquirir veteranos como Ray Allen, Mike Miller, Shane Battier, Rashard Lewis o Chris Andersen.
Esta jugada maestra se tradujo en numerosos éxitos: alcanzaron cuatro Finales consecutivas y sumaron dos nuevos títulos, el American Airlines Arena colgó el cartel de ‘No hay entradas’ en todos los partidos y Miami lideró la NBA en asistencia en encuentros como visitante en la temporada 2010-11. A título individual, Pat Riley compartiría el premio al Ejecutivo del Año de 2011 con Gar Forman.
Para bien o para mal, toda dinastía presenta una esperanza de vida definida. A esta en cuestión su fin le llegó tras la dolorosa derrota a manos de San Antonio en las Finales de 2014. LeBron James regresó a Cleveland, Chris Bosh se vería obligado a abandonar el mundo de la canasta a causa de varios problemas de coágulos en la sangre y Wade afrontaría dos infructuosas etapas con los Bulls y los Cavs antes de regresar a Miami y colgar las zapatillas.
Durante este último lustro, Riley ha continuado su gestión siendo fiel a unos valores que le han acompañado durante sus más de 50 años dedicados al baloncesto, ya sea como jugador, asistente, head coach, presidente, general manager o locutor. Su estancia en Miami se reduce a la mitad, un cuarto de siglo en el que ha establecido un estándar de excelencia reconocible y fácilmente vinculado a ‘La marca Heat’. Su brillo ha moldeado a un equipo que ha alcanzado cotas inimaginables no hace mucho y que se ha posicionado como uno de los más respetados y exitosos de toda la NBA.
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(Fotografía de portada de Win McNamee/Getty Images)