Como antesala de unos playoffs muy asequibles (20 de los 30 equipos de la NBA los podrán pelear) y el premio que esto supone para equipos sin aspiraciones ni opciones reales de anillo… ¿qué razones legítimas quedan hoy para no ir a muerte a por los play-in y optar por dejarse llevar? ¿Qué argumentos hay para elegir el tanking y defraudar a la afición?
Nos centramos en el principal. En el que será, como dirían en APM, el millor dels millors. El vigente máximo favorito para el número 1 del Draft 2022. Es Chet Holmgren, jugador de 2,13 que ocupa la demarcación de pívot y jugará este año como freshman para los Bulldogs de Gonzaga, una de las Universidades más míticas y en forma de la NCAA (pues vienen de quedar subcampeones) pero cuya Conferencia, la West Coast, no es, curiosamente, una de las de mayor nivel de la Division I.
El legado de Gonzaga
Entre lo más granado que la fábrica jesuita ha aportado a la NBA a lo largo de su historia, distinguimos a John Stockton como la joya de la corona, a Austin Daye, Kelly Olynyk o Domantas Sabonis como éxitos notables, Zach Collins, Brandon Clarke y Rui Hachimura como diamantes en bruto y Robert Sacre y Adam Morrison como sus anécdotas más caricaturescas.
Pero Chet Holmgren tiene a su alcance firmar un hito que nadie en su universidad ha obtenido antes y sólo Adam Morrison lo rozó con la yema de los dedos: escuchar su nombre justo tras la frase con mayor hype anual de Adam Silver «With the first pick in the ’20xx’ NBA Draft… the… select…»
Su presentación al mundo: ‘sentando’ a Curry
Su primer gran coqueteo con la fama le vino en 2019 en forma de highlight viral. Compartir cancha de básquet con Stephen Curry ya suele ser suficiente para que te capten las cámaras, pero si encima, con tus más de 2,10, le haces un doble crossover ‘marca patentada’ al doble MVP, seguido de un mate a dos manos… boom. Habemus Vine.
No tardó la antorcha de Minnesota en demostrar que lo suyo no era flor de una única jugada, pero sin duda –así de caprichoso es el marketing web y así de vago, en ocasiones, el ojo de los scoutings– esta acción de enorme desparpajo en el SC30 camp de Steph, y el hecho de que fuese realizada por alguien de su tamaño y envergadura, disparó el interés de manera inmediata y descomunal. De un par de ofertas de beca en facultades menores y una escueta mención en un portal de futuras promesas, a convertirse en una de las piezas más codiciadas en el ámbito de la NCAA.
Al igual que Anthony Davis como caso más paradigmático y conocido, Chet pegó tarde ‘el estirón’, lo cual se ha constatado como una auténtica bendición. En sus primeros años de instituto aún no alcanzaba el metro noventa, lo que evitó que los entrenadores lo introdujeran prematuramente en labores de big man, y a él centrarse en desarrollar su bote de balón y su hincapié en el tiro exterior. Junto con los centímetros, también aumentaron los minutos, y ahí entonces también empezó a destacar como stopper, exhibiendo un gran timing a la hora de detener las internadas del rival. Un jugador total estaba empezando a nacer. Tan así fue, que pasó del casi anonimato al quinteto estelar del Team USA sub 19. Y ahí, por segunda vez…. boom. Medalla del oro y MVP del Mundial.
Pívot: un nombre y muchas acepciones
De un año para otro, no obstante, las cosas aún pueden cambiar. Y mucho. Incluso en la mismísima Green Room, donde el pescado parece vendido de antemano, hay margen para el plot twist.
De Magic telefoneando a ‘Zo’ entre bambalinas para garantizarle que será un laker (cliquead aquí para ver ‘el otro lado’ de la moneda), podemos pasar a algún que otro bennettazo bandazo épico de última hora, regalándonos a Nerlens Noel como el sixth pick con la mejor sonrisa de plástico de la historia del Draft.
Caso Mobley
Es por ello que victorias como la del otro día de los Cavaliers ante los Hawks tuvieron que alegrar especialmente a alguien como Chet Holmgren. Y no por el papelón de Ricky, que para eso ya estamos nosotros. Evan Mobley y sus 17 puntos, 11 rebotes y 4 tapones en 35 minutos partiendo como titular, son un aviso a navegantes de un nuevo modelo de center como no se ha visto antes de forma tan marcada en la NBA.
Mobley, también un 2,13, es tan móvil, versátil y ve su agilidad y velocidad tan poco penalizada por su estatura, que encorsetarlo a mero center sería un error. De hecho, en Ohio no han tardado ni dos partidos en dar carpetazo al primer cálculo agorero: que Mobley no podría jugar al lado de Jarret Allen porque se iban a estorbar (lo siento, Jacobo). Pero sucede que mientras Allen sí es un pívot clásico al uso (intimidador y poderoso finalizador), el impacto de Mobley extiende sus raíces por toda la cancha, no habiendo coordenada alguna desde la que no pueda golpear al enemigo.
La evidente falta de músculo, primera obviedad y primer prejuicio, ya no calibra igual que hace quince, veinte o veinticinco años, cuando el ‘pívotcentrismo’ era una corriente dominante en la NBA, y así se reflejaba primero en las pizarras y luego en el parquet, con el post-up como una de las acciones estrella para buscar la canasta, y habiéndose descubierto en la última década como una de las más ineficientes, cortesía de Daryl Morey y su Moreyball.
- Es por ello que jugones de la pintura como Towns y Embiid vuelcan gran parte de su juego sobre la línea de tres.
- Es por ello que Jahlil Okafor, un bailarín sin muñeca, se ha visto obligado a negociar con el Partizan.
- Es por ello que se escriben artículos como éste de The Ringer.
- Es por ello que los Jokic, Vucevic, Davis o Cousins han adelantado en esta pasada década a los Steven Adams, Whiteside, Howard o Valanciunas rumbo al All-Star. Porque además de ser sólidos por dentro, también suponen una amenaza por todo el perímetro exterior.
En la NBA que viene, lo dúctil vence a lo robusto; la resistencia al mismatch se impone a la fuerza bruta en la zona; la aposicionalidad es el tango que marca el nuevo compás, y la ausencia de etiquetas se convierte en la mejor carta de presentación en una liga cada vez más obsesionada por descubrir esos all-around players que habilitan a los head coach a una libertad creativa sin precedentes en el diseño de quintetos. Los centímetros importan sólo si la transversalidad de quien los mide alimenta el ancho del parquet. El músculo suma si su rango de acción no se circunscribe al área del metacrilato.
‘Los pioneros’
El Garnett de Minnesota, el Pau Gasol de Memphis o el Dirk Nowitzki de su primera década (e incluso Manute Bol antes que ellos), abrían el camino a este nuevo espectro. «Es un ‘4’ que se mueve como un ‘2’. Es largo y demasiado habilidoso para que le marque un ‘4’ o un ‘5’ y demasiado grande para que lo defienda un ‘3’, así que tendremos que hacer muchas cosas para pararle»; así hablaba Doc Rivers del genio alemán en uno de sus primeros cruces de playoffs como técnico de los Boston Celtics. Aquel Dirk joven, ágil, potente, veloz y casi imparable al que los éxitos de su etapa más madura parecen haber enterrado en el olvido.
Estamos en 2021, y mientras Kevin Durant se erige como dueño y señor de los Nets y Bol Bol se pregunta por qué Mike Malone sigue reduciendo sus galopadas en coast to coast a la Summer League, el resto de big men continúan centrándose en desarrollar su tiro de larga distancia e imaginación en el poste alto en lugar de en hacer crecer el radio de sus deltoides.
Hasta Dwight Howard, aún sin relevancia ofensiva más allá de la botella, se fue percatando de que en esta nueva época corría el riesgo de convertirse en el dinosaurio si no cambiaba su tono físico y renunciaba a esa espalda de aspecto anabolizado, ideal para sus años de Orlando, por un tren superior mucho más fino que le dotase de un extra de velocidad en tareas de marcaje y resolución.
La búsqueda del equilibrio
Al tiempo que Brook López digievolucionaba con éxito –el post-up por el spot-up–, Howard se afiliaba al gatopardismo y rediseñaba un ‘nuevo yo’ que lo auto-destronaba definitivamente como jugador franquicia pero le permitía seguir siendo útil como pieza de rotación. Cambiar para que lo menos posible cambie. Clark Kent sin villanos en una era digital.
El ritmo se ha acelerado y el número de posesiones por encuentro no ha parado de crecer, muy en parte porque ahora el péndulo no se detiene como lo hacía antes cuando el pívot recibía de espaldas, y todos entraban en trance mientras éste botaba con paciencia advirtiendo el Juan Palomo como el broche a la jugada.
Ahora, el ‘5’ destaca como un finalizador que corre la pista en transición, que sigue rompiéndola en el pick&roll y que solventa el drible de frente y con dos movimientos, no más, técnicos y de amague para imponerse a su par. No por empuje, sino por clase. Como Mobley hace dos días, cuyos defensores casi le doblan el peso en la báscula.
(Para quien lo quiera, interesantísima dinámica de 1vs1 entre Mobley y Steven Adams durante el pasado mes de agosto)
Banchero, su oponente en el Draft
Tenemos en La Ceja, otra vez, el mejor ejemplo de ‘ensanchar sin sobremuscular’, para así pelear y ser eficiente en cualquier esquina, esquema y situación, y sin renunciar al valor de los ‘and one’. Y por supuesto con todo el abanico de lanzamiento: mid-range en pick&pop y fade away, y tiro exterior en estático y también tras bote.
Chet Holmgren posee todo lo que hemos descrito, y lo tiene todo para ser el jugador adecuado en el momento adecuado. Su año en Gonzaga debe bastarle para convencer a los señores de Tankathon.com, únicos por ahora que le arrebatan el número 1 del Draft en favor de Paolo Banchero, de la eterna Duke (otro proyecto interior de unicornio, aunque no tan acentuado), que él, y lo que su imagen representa, es el futuro en el frontcourt de la NBA.
Kevin Durant como la imposible entelequia; Kristaps Porzingis como el suelo desde el que empezar a despegar.
¿Y si Pau…?
Y cierro con una pregunta reflexiva y sin respuesta, ahora que su retirada está todavía fresca: ¿qué habría sido de Pau Gasol si hubiese crecido en esta rising era? ¿Si desde el instituto lo hubiesen desarrollado como un jugador ‘de fuera a adentro’? ¿Si en lo que empezó a experimentar en su ciclo de Chicago lo hubiese potenciado desde los tiempos de la ACB?
Quizás, no lo sé, el actual debate de ‘Pau fuera de los 75’ no habría tenido lugar porque el catalán habría conquistado su propia galaxia interior al completo, regalándonos una versión aún más absoluta y letal de sí mismo… una bella locura que muere en la impostura.
(Fotografía de portada de Hannah Foslien/Getty Images)