Cuesta encontrar un adjetivo que describa con fidelidad los triunfos conseguidos por LeBron James en este año que ahora finaliza. Tal es así, que no hará falta esperar a que sus días como jugador terminen, o que su talento y voracidad competitiva queden para siempre enrolados al Hall Of Fame de Springfield para apreciar que, 2012, será el mejor año en lo que bien puede llegar a ser una de las mejores carreras en la historia del baloncesto.
En el año que era el fin del calendario Maya y, con él, el del mundo tal y como hasta ahora lo conocíamos, LeBron James ha establecido un nuevo paradigma de dominio por sí solo, así como para el deporte al que un día eligió. Completas actuaciones todoterreno (particularmente en los Playoffs) raramente, si alguna vez, vistas antes.
De las muchas formas numéricas que servirían para ejemplificarlo, valga ésta como quizá la más explicativa: en los 15 partidos que fueron del Game 4 de la Semifinal de la Conferencia Este contra Indiana, al definitivo Game 5 de las Finales de la NBA ante Oklahoma City (léase, los 15 últimos encuentros de King James de la temporada pasada), éste promedió 31,7 puntos (en un 51,5% de acierto en el tiro), 10,8 rebotes, 5,9 asistencias y 1,5 robos por partido, en 44,5 minutos de media en pista.
Asombrosos números, como poco. Irrepetibles, quizás. De obligada segunda lectura, eso seguro.
Manejó y pasó como un point guard, encestó triples como un shooting guard, voló por el aire como un small forward, posteó como un power forward y protegió la pintura como un center. Sin duda uno de los anotadores más eficientes de la Liga, pero es que, además, uno de los mejores defensores de la competición, también.
2012 quedará para siempre como el año en que vimos la demostración de que un solo jugador puede hacer el trabajo de todos y hacerlo bien. Una habilidad que, como mucho, puede apreciarse una sola vez por generación. A diferencia de lo sucedido con los Mayas, aquello que los expertos gurús pronosticaron que podía llegar a ser James cuando en 2003 fue elegido con el número uno del Draft por los Cleveland Cavaliers se ha acabado cumpliendo. De aquel niño con cuerpo de hombre e ilimitados y extraordinarios potenciales físicos pero ordinarios límites mentales en el crunch time, a un hombre entre hombres, el más polivalente de entre todo un deporte lleno de especialistas.
Parte del crédito de esta transformación cuántica pertenece tanto a Erik Spoelstra como a Mike Krzyzewski, sus entrenadores en los Heat y el Team USA, respectivamente. Ambos vieron que la evolución que el propio jugador traía consigo llevaba a tener la habilidad única de demoler al adversario desde casi cada lugar imaginable dentro de la pista y contra rivales de cualquier altura y tamaño. El primero dio rienda suelta al talento de James desacotándolo de una posición fija allá por mayo y junio de dicho 2012; el segundo recogió el testimonio y lo puso al mejor servicio del equipo olímpico estadounidense ese verano.
El primer anillo de una lista todavía inacabada y el segundo oro olímpico a los 27 años son aquí el resultado de la buena gestión de tal enorme potencial. Intruduzcamos ahora su tercer MVP de la NBA en cuatro años y su primer MVP de las Finales, y tenemos aquí un monopolio solo antes visto en la figura de Michael Jordan en 1992. Su inclusión en el All-Star, en el primer quinteto del año de la NBA, en el primer quinteto defensivo de la NBA, así como el “Sportsman Of The Year” de Sports Illustrated son todos “títulos menores”, pero redondean un currículum para 2012 de LeBron James que no tiene parangón.
Pero más allá de lo relativo a aquello que pasa encima del parqué, en este 2012 LeBron James ha sido también una “fuerza” fuera de las pistas. Especialmente sobrecogedor ha sido su compromiso con el caso de Trayvon Martin, el joven de Florida asesinado por ser una amenaza para el disparador por el simple hecho de llevar una sudadera con capucha.
Suelen ser éstas declaraciones de tipo social, racial y político que atletas de élite como James acostumbran a evitar, charcos en lo que no meterse, particularmente en esta era del social media, la saturación deportiva y las opiniones instantáneas a menudo sin contrastar. Pero LeBron James, cuya imagen es icónica no importa en lo relacionado a qué, decidió esta vez dar un paso hacia delante. Haciéndolo, Bron hizo lo que otros atletas de leyenda a menudo parecen incapaces de hacer, bajar al nivel del suelo. Su respuesta pública a lo sucedido con Trayvon Martin hicieron de sus heroicidades e inmortalidades que a menudo vemos en la pista, algo humano y mortal.
Cuentan en su haber también este año algunos intentos de reparación del daño causado por sus erores cometidos en el verano de 2010 para con la ciudad de Cleveland y la franquicia y los fans de los Cavs, hasta ahora apenas reconocidos. Pequeños y primeros gestos en lo que será un arduo y turtuoso camino que ahora sabemos que James está también dispuesto a recorrer.
De “The Chosen One” a, simplemnete, “The One”; ese es el camino recorrido por James en este 2012. Inigualable.