Casi 10 kilos en cinco semanas. De 109 que pesaba a mediados de julio a los 99 que luce ahora. Esa es la evolución en el proceso de adelgazamiento de O.J. Mayo, en otro tiempo estrella de instituto, capaz de congregar a más de 15.000 personas para verle en un partido de High School. El nuevo LeBron, llegaron a decir de él. Un fenómeno de masas hace una década, un tipo que salió luego a casi disgusto por curso y que tuvo el mayor de los castigos durante el verano de 2016, cuando la NBA le descalificaba durante dos años por consumo de sustancias prohibidas sin especificar cuales.
No era la primera vez que Mayo caía en las garras del lado oscuro, pero no pocos sugirieron podría ser la última como jugador en activo. A sus 28 años, con un pasado salpicado de incidentes, entre ellos otro problema con las drogas en 2011, y una fractura de tobillo en marzo de 2016 por un accidente doméstico, los caminos turbulentos del escolta apuntaban a una resolución dramática. Cuántas veces se ha visto en la NBA una carrera arruinada por las lesiones, el consumo de sustancias prohibidas, las malas compañías, la bancarrota personal…
Podría ser el caso de Mayo. Pero no. Mediado el mes de agosto Hoopshype publica un pequeño reportaje con algunas fotos del número 3 del Draft de 2008 entrenando duro con un experto en la materia, Travelle Gaines. El lugar, el de tantas otras estrellas, y no estrellas, de la NBA durante el largo estío entre temporadas: Los Ángeles. Unas cuantas semanas de puesta a punto traen como resultado un Mayo más fino, por debajo del umbral de los 100 kilos, tres cifras considerables para un jugador de baloncesto, para un deportista profesional, que no toca los 2,00 metros de altura.
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En la web Basketball-Reference le dan 95 kilos, seguramente lo que marcaba la báscula durante su última temporada en activo, la 2015-16. Ahora, Mayo está muy cerca de volver a esa cifra, de regresar al estado de forma que deberá tener sí o sí en el momento en el que llame a la puerta de las franquicias de la NBA. Oficialmente, esto no ocurrirá hasta julio de 2018, cuando cumpla sus 24 meses de sanción por consumo de drogas. Pero nadie le prohibió, ni le prohíbe, machacarse y enseñar a posibles candidatos que para las auténticas figuras siempre hay una enésima oportunidad. Y de llegar, mejor que te halle en un buen estado de forma. Ese es el plan de Mayo.
La temporada más cara para Southern California
Tony Snell y Taj Gibson, profesionales de la NBA que pertenecen a ese grupo de no estrellas, han trabajado con Mayo algunos días en L.A. Gibson es compañero de fatigas, de muchas fatigas posteriores, en la Universidad de Southern California. Mayo compartió un curso allí con él, en una apuesta que le iba a salir demasiado cara al centro. A finales de la primavera de 2008, recién terminado el único curso de Mayo con la USC, ESPN revelaba el posible escándalo: Mayo habría recibido regalos y otro tipo de prebendas sin haberse convertido en profesional, algo absolutamente prohibido en el reglamento de la NCAA.
Empezaba una investigación que llegaría también a implicar a Reggie Bush, jugador de fútbol americano, y a buena parte del programa deportivo de la USC. La violación de los códigos NCAA existía. En 2010, la USC recibía un duro castigo, que en baloncesto se tradujo, entre otras cosas, en borrarle del mapa todas sus victorias durante la 2007-08. Como si no hubieran existido. Para entonces, para enero de 2010, Mayo ya había firmado curso y medio con los Grizzlies, a los que llegó traspasado de Minnesota, que lo eligió en el citado Draft de 2008, había sido Novato del Mes en dos ocasiones y había formado parte del Quinteto Ideal de Novatos 2009. Desconocemos cómo le pudo afectar al de West Virginia la sanción que penalizó a la USC, pero la Universidad mantiene el roster completo de la 2007-08, ficha incluida del propio Mayo.
El mal negocio de las drogas
Ahí, de forma lineal pero efectiva, relata los méritos deportivos del escolta antes de enrolarse en los Trojans. Por ejemplo, el hecho de liderar al instituto de Huntington a tres títulos estatales.
Obviamente, en la ficha de la USC no hay ni rastro de un episodio de inicios de 2007, cuando O.J. fue descubierto en un coche con marihuana. Aquello fue el inicio de la turbia relación (¿qué relación con los estupefacientes no lo es?) de la todavía estrella de instituto con la droga. Acusado de un delito, junto con los dos acompañantes del vehículo incautado, el hecho de que finalmente uno de sus compañeros de viaje se inculpara libró a Mayo de problemas mayores.
Sin embargo volvieron, claro que lo hicieron, en 2011, esta vez con los esteroides como protagonistas. Mayo seguía en Memphis, pero ya había tenido algún asunto de indisciplina, como llegar tarde a una sesión de tiro o pelearse en pleno vuelo de regreso de Los Ángeles con su compañero en Memphis Tony Allen. Todo rebosó el 27 de enero, cuando tras firmar 0 puntos en la derrota a domicilio ante los Nets, daba positivo por consumo de esteroides. La NBA le suspendió entonces 10 encuentros y empezó la pérdida de valor de Mayo dentro de los Grizzlies. En su momento, algunas de las alegaciones del jugador fueron en la línea de que había sido el consumo de una bebida energética el que había disparado el positivo.
Todavía estuvo toda la 2011-12 en Memphis para, finalizado su acuerdo de novato, unirse a los Mavericks en el verano de 2012. Con Dallas igualó su récord anotador en un encuentro de la NBA, firmando la nada despreciable cifra de 40 tantos, y recuperó parte de ese rol de hombre importante, seriamente herido en Memphis durante su última etapa, donde de 66 partidos de la liga regular 2011-12 no disputó ni uno sólo de titular. Él, antiguo ídolo en Huntington.
Sancionado, pero agente libre
Ahora, su relato más reciente en la NBA es el de un O.J. poniendo bajo mínimos sus prestaciones. En el último de sus tres cursos en los Bucks, franquicia en la que aterrizó en 2013, Mayo registró unos paupérrimos 7,8 puntos y un 37,1 por ciento de efectividad en tiros de campo, lo nunca visto, para mal, en su carrera. La lesión de tobillo parecía que remataba al jugador en marzo de 2016. No obstante, todavía le quedaba cavar un poquito más profundo. Al tiempo que se convertía en agente libre sin restricciones, en los días del verano de 2016 cuando reventó el mercado con la llegada del nuevo contrato televisivo, Mayo recibía otro tirón de orejas por sus relaciones con las drogas. Y este era de los fuertes, nada de un pescozón de una de decena de encuentros.
La NBA se ponía seria, porque el tema era serio. Mayo reincidía, además. Así que dos años de sanción. El primero parece que se lo pasó perdiendo la forma a la par que buscaba recuperarse de los daños físicos de su tobillo, y de los morales de una sanción tan clarividente como incriminatoria. Reputación por los suelos, en sus manos está enseñar al mundo que ya es un chico bueno. De momento hace uso de todas las herramientas, tanto físicas, para ponerse en forma, como mediáticas que tiene a su alcance.
La presumiblemente inolvidable agencia libre de 2018 puede tener un protagonista extra, un hombre que fue el jefe de Huntington cuando era chaval, y que quizá, sólo quizá, haya pagado ya por lo hecho. Quizá le den una oportunidad dentro de 11 de meses de probar que toda aquella vida de reincidencias, peleas e indisciplinas quedó atrás. Y quizá si se la dan, la aproveche. En 2018 apenas habrá entrado en la 30. Recorrido por delante tiene. Si quiere. Si le dejan.