La noticia, de hace unos días, es llamativa e irrestiblemente tentadora. «LeBron James puede firmar por los Lakers o los Clippers». Uno de los mejores jugadores de la historia, firmando a sus 32 años números de infarto en las Finales, cambiaría de equipo. Luego llegan los matices. No sería por motivos obvios hasta 2018, fecha del final de su contrato (aunque con opción de jugador para 2018-19). Y, si hay una norma a tener en cuenta evaluando noticias NBA, es que 365 días son demasiados para empezar a preparar terremotos.
El extraño atractivo angelino
La casa que LeBron James tiene en Los Angeles (tristemente recordada en los últimos días) y el benigno clima del sur de California en comparación con Cleveland son argumentos dados a favor de la llegada del alero a uno de los dos equipos de la ciudad. Otros no tan favorables (por ejemplo, como residente multimillonario en California, James pagaría más de un 13% en impuestos estatales, en lugar de un 5% en Ohio), no se mencionan. Pero, al menos «según múltiples fuentes de la liga», Lakers y Clippers son «viables» opciones para el tres veces campeón de la NBA.
La noticia, por supuesto, ha sido replicada por la gran mayoría de medios, emocionados por llevarse su parte de atención. Aparecido en día de descanso de Finales, esa atención fue maná caído del cielo. Porque, por supuesto, Los Angeles es una ciudad tan atractiva que no para de traer agentes libres de primer nivel a sus equipos. Sin ir más lejos, el último All-Star vigente que llegó a Lakers o Clippers sin pasar por un traspaso fue… Gary Payton en 2004.
No siempre hubo espacio salarial o incluso necesidad de adquirir a una estrella en suficiente plenitud física para ser All-Star, pero Los Angeles no ha sido capaz de enamorar a un jugador con esas simples características en más de una década. Los Lakers, de forma particular, no han sido suficiente atractivos en los últimos años incluso para estrellas con orígenes angelinos jugando en mercados teóricamente menos sexys. DeMar DeRozan, Russell Westbrook, ¿Paul George?…
Los días soleados no dan anillos
Brian Windhorst, de ESPN, es quizás el periodista que mejor conoce cómo funciona el cerebro de LeBron James. Le siguió en su primera etapa en Cleveland, luego en Miami, y de nuevo en Cleveland. Recientemente, escribió una espléndida obra, de tolkeniano título ‘Return of the King‘, sobre su regreso a casa en 2014. Preguntado al respecto por el podcast The Land on Demand, Windhorst se lo tomó con un cierto ánimo de lucro.
«Si sabes qué va a pasar en un año en la NBA, házmelo saber que nos vamos a Las Vegas». Más en serio, Windhorst dejó claro que los 300 días anuales de sol de Los Angeles no son el motor principal de sus decisiones. «Si quieres atraer a LeBron James el próximo verano, tienes que tener la capacidad de decir que puedes derrotar a los Golden State Warriors», afirmó. «Ahora mismo, los Lakers o los Clippers no pueden ni siquiera empezar a decir eso». ¿El único equipo capaz de derrotar a los poderosos Warriors en unos playoffs desde 2014? El que ya defiende LeBron James.
Por supuesto, está el argumento de que los Clippers, conservando la base de Chris Paul, Blake Griffin y DeAndre Jordan, solo necesitarían a James para ser un equipo aspirante a todo. Pero no hay escenario realista en el que los Clippers, salvo que LeBron James acepte un contrato que divida su salario actual por cinco o seis, puedan crear un espacio salarial de esta magnitud para formar este «superequipo».
La anomalía del sistema
Hay un precedente de equipo capaz de acumular cuatro jugadores dignos de salario máximo en la NBA actual: los Warriors que ganaron las Finales con un casi perfecto 16-1 en playoffs. Pero el gran mérito de Golden State es haber aprovechado con maestría su buen ojo en la captación de talento, transformar alguna lesión en fortuna permanente y aprovechar la mayor anomalía en el sistema que la liga ha sufrido nunca en sus 70 años de historia.
Nadie puede quitar a Golden State el mérito de haber elegido a Stephen Curry (7º del Draft de 2009), Klay Thompson (11º en 2011) y Draymond Green (35º en 2012), sin unas elecciones especialmente altas. Los problemas de tobillo que limitaron a Curry durante sus primeros años le llevaron a conformarse con una extensión en 2012 (con entrada en vigor de 2013) de risa para su nivel actual: $44 millones por 4 años.
Pero ni siquiera eso les hubiera permitido firmar a Kevin Durant como agente libre sin la tormenta perfecta del verano de 2016. La entrada del nuevo contrato televisivo aumentó los ingresos de la liga y, de rebote, el tope salarial, pasando de $70 millones en 2015 a unos explosivos $94,1 en 2016. Entre 2006 y 2015, la NBA incrementó su tope salarial en $20,5 millones. En un año, lo hizo por más de $24 millones.
Y principalmente por esa razón, los Warriors pudieron plantarse en un chalet de la exclusivísima área residencial de los Hamptons, en el estado de New York, para proponerle un proyecto ganador (y un contrato por el máximo salarial) a Kevin Durant. El alero aceptó, dejó Oklahoma City, y cambió de forma irreversible el panorama de la liga y las cuentas de LeBron James en su rumbo a seguir dando campeonatos a Cleveland.
Mirando a 2018
De vuelta al amargo club de los 29 equipos que no ganan campeonatos, vuelven las dudas. LeBron James ya se fue una vez de Cleveland (aunque, entonces, en lugar de Kyrie Irving tenía a Mo Williams, y en lugar de Kevin Love tenía a J.J. Hickson), y el clima de Los Angeles es maravilloso. Suficientes argumentos como para que verle en Lakers o Clippers sea una opción «viable». Pero el motor de LeBron James es el mismo que siete años atrás: ganar campeonatos.
Miami no le convenció por el clima, sino por jugar al lado de Dwyane Wade y Chris Bosh, en una era en el que el conjunto de estrellas más temible estaba formado por los ya envejecidos Celtics de Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen. Si los Lakers, los Clippers o cualquier otro equipo puede ofrecerle un proyecto capaz de competir de tú a tú (o al menos, mejor que los Cavs actuales) contra Golden State, con una arquitectura salarial realista, su salida en 2018 sería factible. Si no, todos los artículos que se escriban al respecto, incluido éste, se quedarán en un mero desperdicio de letras.