Ray Allen vuelve a hurgar en la herida. Los últimos meses han sido inclementes con el aficionado NBA. Más con aquellos que despegaron los párpados a partir de la década de 1990. En las últimas fechas, Kobe Bryant, Tim Duncan, Kevin Garnett, Elton Brand y ahora Allen han colgado el hábito. Triste ley vital y entrega oficial del testigo a las generaciones que ahora pelean por el anillo.
Allen se ha ido, no sin antes dejar una joya literaria el The Players Tribune, el medio a través del cual los deportistas estadounidenses suelen transmitir sus introspecciones más ocultas. Ahí va la carta que el actual Ray Allen, de 41 años, le dedica a su ‘yo’ adolescente de 13 años, y en la que confirma su retirada profesional.
Al Ray de 13 años
Querido Ray de 13 años,
Cuando te bajes del autobús escolar mañana, estarás en un mundo nuevo. Esto no es nada nuevo para ti. Cada vez que tu padre ha sido destinado en una nueva base de la Air Force (Fuerza Aérea), tú has tenido que decir adiós a tus amigos y empezar una nueva vida. Es la misma rutina cada tres años o así. Nuevo colegio, nueva cultura, nuevas caras.
Northern California. Después Alemania. Luego Oklahoma. Inglaterra. Southern California.
Y ahora, Dalzell, South Carolina.
Te has acostumbrado a ser el niño que nadie conoce. La mayor parte de tu existencia has estado intentado encontrar nuevos amigos, intentando demostrar a la gente que eres una buena persona y que no les harás ningún daño. Te has acostumbrado a ser un extraño.
Has sido muy bueno en ello.
Esta vez es diferente. Estamos en la mitad del año escolar. Todo el mundo se conoce entre sí. Estás en una edad crítica, y los niños son…
Los niños simplemente son malos.
Has crecido en una casa con tradición militar toda tu vida. Hasta ahora, todos tus amigos fueron de familias militares. Caminabas por el barrio con tu chapa de identificación colgando del cuello, como un collar de perro, si algún desconocido pasaba por ahí. Gastaste tus años de formación elemental en (Gran) Bretaña. Así que ni te dabas cuenta, pero a algunas personas les hablabas de manera muy correcta.
Cuando te bajes de ese autobús escolar en South Carolina mañana y abras la boca, esos niños te van a mirar como si fueras un alien.
«Hablas como un niño blanco», te dirán.
Mirarás por el colegio y encontrarás grupos de niños juntos, y sentirás que tú no tienes sitio.
Pensarás para ti mismo, «no entiendo. Quién se supone que soy?».
Voy a ser 100% honesto contigo. Ojalá pudiera decirte que todo será más fácil en el futuro, que vas a integrarte y que todo va a estar bien. Pero no vas a encajar con los niños blancos, ni con los negros, o con los nerds, incluso con los deportistas.
«Hablas como un niño blanco» te dirán.
Serás el enemigo de mucha gente simplemente porque no eres de por ahí.
Esto será, a la vez, la cosa más dura y la mejor que te pasará en la vida.
Cancha de baloncesto
Lo que quiero que hagas es: ve a la cancha de baloncesto. Quédate en ella. Puedes construir toda tu existencia allí.
El mundo es mucho más grande que Dalzell, South Carolina. Si te ciñes al plan, lo comprobarás. Recuerda cuando estés en la cama los sábados o domingos por la mañana y oigas el motor del viejo Trans-Van de tu padre.
Conoces ese sonido. No es bonito.
Todo lo que querrás es dormir, pero cálzate tus zapatillas y corre al piso de abajo porque si no él te dejará ahí. Tienes exactamente dos minutos antes de que el calor pegue en la camioneta y él se retire de la calzada. Él tiene tiempos militares, y si no vas a la cancha de la base Air Force a las nueve en punto, tendrás que esperar todo el día para ir.
Aprenderás mucho en esa cancha. Como un niño de 13 años jugando con hombres mayores, aprenderás a jugar en transición por necesidad. Jugarás tan rápido que todos los hombres de la fuerza aérea empezarán a llamarte ‘Showtime’ cuando entres al gimnasio.
Durante los partidos, cuando estés en el banquillo, quiero que escuches detenidamente todas las historias que los hombres cuentan.
Vas a escuchar muchas. «Tío, podría…» en estas pistas.
«Tío, ojalá pudiera volver atrás en el tiempo.»
«Tendría que…»
«Booze sacó lo mejor de mí».
«Tío, podría…»
«Ojalá pudiera volver atrás, jovencito».
Allen y la universidad
Nunca te pongas en la posición de que ojalá pudieras estar en una máquina del tiempo, Ray. Necesitas estar concentrado, porque las cosas solo se volverán más complicadas conforme tengas más éxito en la pista.
Cuando empieces a tener atención de las universidades, algunos de tus compañeros de equipo dirá «¿UConn? Estarás en el banquillo durante cuatro años».
«Solo porque tú no bebes», dirán. «Tío, vas a ser un alcohólico cuando llegues a la universidad. No estarás preparado. Todo lo que hacen allí es beber».
Mucha gente no quiere que tengas éxito. No entres en discusiones o peleas con esos chicos. Confía en mí, no conseguirás nada.
En su lugar, recuerda exactamente quién dijo esas cosas.
Recuerda cómo las dijeron.
Recuerda sus caras.
Deja sus voces dentro de tu cabeza y úsalas como gasolina cada día cuando te levantes.
Y las voces que digan «¿tú eres el chico?» Ésas son las voces que tienes que dejar fuera. Cuando empiezas a tener cierta repercusión nacional en el instituto, oirás cosas como: «El tiro en suspensión de Ray es divino».
Escucha: a Dios no le importa si encestas tu próximo tiro en suspensión o no.
Dios te dará muchas cosas en la vida, pero no te va a dar tu tiro en suspensión. Solo el trabajo duro lo hará.
No seas tan ingenuo como para pensar que estás listo para el baloncesto universitario.
Jovencito, no estás preparado.
Los entrenamientos
En el instituto, quizá pienses que entiendes lo que se necesita para ser un gran jugador de baloncesto, pero verdaderamente no tendrás ni idea. Cuando llegues a UConn, tu entrenador te hará ver lo que de verdad es el trabajo duro.
Su nombre es Jim Calhoun. No te metas en la lista negra de este hombre.
Cuando llegues al gimnasio para entrenarte, prepárate para el infiero. Estarás ansioso por ponerte tu camiseta de los Huskies y empezar a tirar a canasta. Pero el Coach Calhoun le dará la vuelta al guión.
«¡Freshmen!», dirá. «¿Creéis que merecéis llevar este uniforme? No merecéis ese privilegio. Todavía no».
Después, los entrenadores asistentes empezarán a repartir esas lisas y grises camisetas cortas a todos los freshmen.
«Quiero ver algo de sudor», dirá el Coach.
Hasta ese momento, pensarás que el baloncesto es tirar en suspensión y mostrar tu habilidad.
Cuando estés en el primer entrenamiento con el Coach Calhoun te percatarás: este juego es un malnacido.
Te someterán a los entrenamientos más duros de tu vida. Estarás jadenado por respirar. Pero el gimnasio en Storrs tiene aire acondicionado. Tu cuerpo está acostumbrado a jugar en las ‘cajas de sudor’ de South Carolina, donde no hay aire acondicionado.
Al final del entrenamiento, el Entrenador Calhoun alineará a todo el mundo y andará de arriba a abajo, mirando a cada jugador.
Cuando se pare delante de ti, mirará tu camiseta. Habrá una gota de sudor cayéndose por ella.
Te mirará. Y después mirará a la pequeña gota de sudor. Y después volverá a mirarte a ti.
«¿Eso es todo? Supongo que no te exprimimos lo suficiente, Allen».
Y el siguiente entrenamiento será todavía más duro.
Este hombre estará a punto de romperte muchas veces, pero te hará mucho mejor jugador y mucho mejor persona. Esta será tu introducción a lo que de verdad hace falta para ser grande.
Primer día de clase
Unos pocos días después, tendrás uno de los momentos más memorables de tu vida. Te vas a despertar a las 05:30 a.m. e irás a la sala de musculación para poner tu preparación a punto, y después volverás a la residencia universitaria y te ducharás antes de ir a clase.
Te pondrás una camisa y una corbata, con tu mochila al hombro y andarás por el campus para ir a tu primer día de clase.
Es pronto, así que todavía hay silencio. Las hojas crujen debajo de tus pies, pero tu ropa estaba perfecta. Hiciste tu trabajo. Estás preparado. Tienes un propósito.
No sé qué significa este momento en particular, pero cuando vayas andando, pensarás ‘Wow, soy universitario. No importa lo que pase al final de este túnel. Voy a hacer que mi familia esté orgullosa’.
Cuando llegues a tu clase y te sientes, esa chica se dará la vuelta hacia ti y te dirá: «Hey, ¿por qué vas con traje?».
Le dirás, «porque puedo».
En ese momento, te parecerá que has conquistado el mundo.
Podría terminar esta carta aquí, y probablemente todavía estarías emocionado de lo que conseguirás en la vida. Pero aún tienes una carrera de 18 años en la NBA delante de ti.
¿Cómo podría resumir casi dos décadas en la NBA? ¿Qué es lo que realmente necesitas saber? ¿Qué es verdaderamente importante?
Carrera en la NBA
Podrás jugar contra tus héroes: Michael Jordan y Clyde Drexler.
Jugarás junto a Hall of Famers. Kevin Garnett, Paul Pierce, LeBron James y Dwyane Wade.
Algunas veces estarás asustado.
Algunas veces pensarás que hay muchas cosas fuera de tus posibilidades.
Pero seguirás demostrando día a día, en el trabajo diario.
Tirarás más de 26.000 tiros en tu carrera. Casi seis de cada diez no entrarán. Te dije que este juego era un malnacido.
No te preocupes. Un hombre exitoso está hecho de 1.000 errores. En tu caso, 14.000 fallos.
Ganarás un campeonato en Boston.
Ganarás otro en Miami.
Las personalidades de esos dos equipos serán diferentes, pero ambos tendrán lo mismo en común: hábitos.
Viejos hábitos aburridos.
Sé que quieres que te diga el gran secreto para tener éxito en la NBA.
El secreto es que no hay secreto.
Solo se trata de viejos hábitos aburridos.
La constancia como felicidad
En cada vestuario en el que estés, todo el mundo dirá las mismas cosas. Todo el mundo dice que intentarán sacrificar lo que haga falta para ganar un título. Pero este deporte no es una película. No se trata de ser el hombre del último cuarto. No se trata de hablar. Se trata de que hagas tu trabajo cada día, cuando nadie esté mirándote.
Kevin Garnett, Paul Pierce, LeBron James, Dwyane Wade. Los hombres con los que ganarás un campeonato son todos personas diferentes. Lo que les hace campeones son los viejos hábitos aburridos que nadie puede ver. Ellos compiten por ver quién es el primero en llegar al gimnasio y el último en irse.
Tus compañeros que piensan que eso es un cliché, o quien piense que eso no se aplica a ellos porque tienen talento divino, jugarán toda su carrera sin ganar un solo campeonato.
Pero quiero que entiendas algo más profundo. Lo importante no son los campeonatos.
Sí, habrá un sentimiento de validación y reivindicación cuando levantes el trofeo por encima de tu cabeza, recordando a todos los que alguna vez dijeron que nunca llegarías a nada.
«Calentador de banquillos de cuarto año».
«Alcohólico».
«Chico blanco».
Pero si soy honesto contigo, de lo que te percatarás después de ganar el primer título es que las emociones son fugaces. La reivindicación es fugaz. Si solo persigues lo más alto, acabarás muy deprimido.
El viaje, no el destino
Los campeonatos son casi secundarios comparando con el sentimiento de que levantarte cada mañana y ponerte a trabajar. Los campeonatos son como cuando te sentabas en clase en UConn con la camisa y la corbata. Son solo la culminación.
En el arduo camino a esos momentos, como cuando caminabas por el campus en esa callada mañana de otoño en Connecticut, es donde encontrarás la felicidad.
De verdad te lo digo, desde lo más profundo de mi corazón: lo importante en la vida es el viaje, no el destino. Y ese viaje te cambiará como persona.
Finales 2013
Déjame contarte una última historia que puede que te ayude a comprender lo que quiero decir.
Son las primeras horas de la mañana del 21 de junio del 2013. Tienes 38 años y solo unas horas antes ganaste el Game 7 de las Finales de la NBA con los Miami Heat.
Eres campeón de la NBA por segunda vez.
Te tumbas en la cama sobre las cinco de la madrugada, pero no puedes dormir. Al final, alrededor de las siete, tiras la toalla y vas escaleras abajo. Todos tus amigos y familia han ido a tu casa a celebrarlo, todos están medio desmayados en los sofás. La casa está en silencio. Has logrado exactamente lo que te habías propuesto. Pero todavía estás inquieto.
Entonces, ¿por qué te sientes así? ¿No fue por eso (el título) por lo que trabajaste tan duro?
Sobre las 7:30, te metes en el coche y vas a dar una vuelta.
Aparcas tu coche enfrente de un edificio blanco de oficinas. Están casi abriendo.
Cuando entras por la puerta, el recepcionista te mira y dice «¿Ray?. Qué… estás haciendo aquí?»
«No puedo dormir»
«Pero… acabas de ganar el título»
«Sí, solo quería salir de casa un rato.»
«Pero… son las ocho de la mañana. Y acabas de ganar el campeonato».
«Bueno, todavía tengo trabajo que hacer en este diente. ¿Está él (dentista)?»
Tu dentista (en ese momento) sale de su despacho.
«¿Ray? ¿Qué estás… qué?».
«No podía dormir».
El éxito
Así es como el éxito es para ti. Eres el tipo de hombre que va al dentista la mañana después de ganar el título de la NBA.
Lo sé, tío.
Lo sé.
Pero para conseguir tus sueños, te convertirás en un tipo diferente de persona. Te volverás un poco obsesivo sobre tu rutina. Esto tendrá un coste alto para algunos de tus amigos y familia.
Muchas noches, no saldrás por ahí. Tus amigos te preguntarán por qué. No beberás alcohol, nunca. La gente te mirará con diversión. Cuando entres en la NBA, no jugarás siempre a las cartas con lo chicos. Alguna gente creerá que no eres un buen compañero. Incluso tendrás que poner a tu familia en segundo plano por tu trabajo.
Gran parte del tiempo, estarás solo.
Eso no te hará la persona más popular del mundo. Algunas personas simplemente no lo entenderán. ¿Vale la pena?
Solo tú puedes responder a eso.
¿Quién se supone que soy?
La familia
Mañana, cuando te bajes del autobús escolar en South Carolina, tendrás que elegir.
Cada día del resto de tu vida, tendrás que elegir.
¿Quieres encajar, o prefieres embarcarte en la solitaria persecución del éxito?
Te escribo esto hoy como un hombre de 41 años que se está retirando del juego. Te escribo como un hombre que está completamente en paz consigo mismo.
Lo que sea que experimentes cuando bajes de ese autobús será temporal. El baloncesto te llevará muy lejos de ese colegio. Te convertirás en mucho más que un jugador de baloncesto. Actuarás en películas. Viajarás por el mundo. Serás un marido, y el padre de cinco niños maravillosos.
Ahora, la pregunta más importante en tu vida no es «quién se supone que soy» o incluso «qué tengo que hacer para ganar otro campeonato».
Lo importante es, «papá, ¿sabes lo que pasó en la clase de matemáticas hoy?.
Esa es la recompensa que te llega al final de tu viaje.
Ve a la pista
Ve a la pista. Quédate en ella.
Haz tu trabajo, jovencito.
Mucha gente nunca llegue a conocer a tu verdadero yo. Pero conocerá tu trabajo».