Por diversos motivos históricos y viejas leyendas alimentadas desde la década de los 80, una corriente de aficionados piensa que la NBA es una competición en la que caben las conspiraciones e incluso los amaños. Tal cosa, gravísima por sí misma de cara a la confianza que despierte la competición entre su público, se afirma con la mayor de las naturalidades.
La teoría de la conspiración en la NBA tiene sus peculiaridades. Como nunca se ha podido demostrar y como nunca se favorece a los mismos equipos, se dice que la liga lo que busca en sus apaños es el dinero y las audiencias.
Con ese caldo de cultivo latente siempre entre algunos, la sanción a Draymond Green tras el cuarto partido de las Finales de 2016 ha sido el combustible que ha extendido el incendio hasta el punto que esta semana ha sido un absoluto clamor en redes sociales contra el descarado amaño en la competición: la NBA quería el séptimo partido entre Warriors y Cavaliers y es por ello por lo que sancionó a Green.
Las pruebas, aparte de la sanción en sí, son concluyentes. El golpe de Green a los testículos de LeBron tras llevar todos los Playoffs jugando al límite acumulando flagrantes pitadas y no pitadas. Las decenas de triples sin oposición fallados por los jugadores de los Warriors, especialmente Harrison Barnes (2/22 en los últimos 2 partidos, con 1/11 en triples). Que LeBron James y Kyrie Irving hiciesen lo nunca visto: dos compañeros con más de 40 puntos cada uno en un partido de Finales. La lesión de Andrew Bogut. Los problemas físicos de Andre Iguodala. Que Warriors y Cavaliers protagonicen la primera serie de Playoffs de la historia que llega al séptimo partido con ambos equipos habiendo sumado el mismo número de puntos (610).
Los motivos, también claros. El dinero y las audiencias. Hasta la propia Ayesha Curry, erigida en la nueva líder de los conspiranoicos, ha denunciado los hechos de forma pública.
Tal vez lo que ignoren los seguidores de la teoría de la conspiración es que el dinero extra generado por estos dos partidos desde que se sancionó a Green ha ido a parar a Warriors y Cavaliers —siendo los de California los que se beneficiarán especialmente por celebrarse dos de esos encuentros en su pabellón—; y que las audiencias adicionales no reportan ningún ingreso extraordinario para la NBA, pues el nuevo contrato con los operadores de televisión ya se firmó y ha inundado de dólares la liga para los próximos años.
Pero siempre conviene tener a mano de la teoría de la conspiración. Porque oye, es evidente.