Lo que la NBA le debe a Oscar Robertson

No, no van a encontrar aquí un perfil deportivo de alguien del que se ha hablado de sobra en los años recientes. El Oscar Robertson jugador, ese hombre que dominó las estadísticas en los años 60, que tuvo que irse a los Bucks, con Kareem Abdul Jabar, para ganar un anillo y que fue el dueño y señor del triple- doble en la NBA, es de sobra conocido. Más todavía cuando Russell Westbrook le arrebató hace unos meses a Robertson el récord histórico de triples-dobles en temporada regular, que ‘Big O’ había dejado al colgar las botas en 184. Antes, en 2017, The Brodie había batido el récord absoluto de triples-dobles en una sola temporada del propio Robertson.

Pero más allá de los números, la relación de Westbrook y de Roberston tiene un vínculo que se extiende a todos y cada uno de los jugadores de la NBA que en algún momento de sus carreras han sido agentes libres y han podido elegir su futuro. Robertson no pudo.

Cuando Westbrook, pocos meses después de esa hazaña de 2017, firmó una extensión de contrato con los Thunder por valor de 5 cursos y algo más de 200 millones de dólares o cuando en el maná de dinero de 2016 suscribió un acuerdo con Oklahoma City por 3 cursos y 86 millones de dólares lo hizo en plena libertad. Él definió su sendero, que luego variaría y se bifurcaría en  diversos destinos como los Rockets, los Wizards o los Lakers, pero siempre con ese acuerdo en la mano. Un contrato que él negoció en el completo ejercicio de su condición de agente libre.

Y Westbrook, o su ahora compañero LeBron James, quien en 2018 reventó la agencia libre con su histórica llegada a los Lakers, son sólo dos de los miles y miles de jugadores que a lo largo de las últimas décadas han tenido el derecho y la potestad para llenarse los bolsillos de dinero sin estar subyugados por ningún propietario. Pero también hay perfiles que no son estrellas y que sirven igualmente en las franquicias y lo hacen por un salario mínimo. Y que cuando sean mayores y decidan mirar al pasado verán cómo, si han cumplido tres años en la liga, tendrán una pensión de la NBA. 

Son derechos adquiridos, libertades y garantías dentro de un sistema que se dan por otorgadas pero que no hace demasiado, inicio de la década de los 70, apenas eran esbozos. 

Un sindicalista que cambió la NBA

Nacido en 1938 en Charlotte pero criado desde inicios de los años 40 en Indiana, a Oscar Robertson le salvó de la pobreza y le permitió estudiar el baloncesto. Gracias a la canasta, a sus dotes, pudo dominar el baloncesto de instituto y competir para la Universidad de Cincinnati. En ambos contextos empezó a dejar sus burradas estadísticas, sus récords, a la vez que empezaba a sentir en su seno cómo el hecho de ser negro, en los Estados Unidos de los años 50, todavía era un drama en un país que se presuponía completamente democrático.

Robertson sufrió humillaciones del tipo de dormir en las habitaciones de colegios mayores cuando viajaba a los partidos de la NCAA porque no era apto para quedarse en ciertos hoteles, así como la realidad de comer en el bus porque no le servían en algunas cafeterías antes de los partidos. Lloró, se sintió humillado y juró que jamás perdonaría esto. Se estaba forjando un carácter de justicia, reivindicativo en un ser humano que iba a tener la misma altura dentro y fuera de la pista.

Quizá Big O empezó a cuestionarse que el modelo de la NBA no era justo, que era una dictadura de los propietarios, cuando en 1960, tras ganar el oro en los Juegos de Roma con la selección de Estados Unidos, se incorporó a los Cincinnati Royals, ahora conocidos como Sacramento Kings. Y lo hizo sin poder de elección, pues fue el pick territorial que los Royals ejecutaron para llevárselo consigo. Las elecciones territoriales del Draft permitían a las franquicias anteponerse a otras si el jugador a seleccionar había formado parte de una universidad que se encontrara en un radio de 100 kilómetros.

Con esta Territorial Pick, Robertson no sólo perdió la opción de ir a otras grandes franquicias aspirantes a cotas altas, sino que se quedó una década secuestrado en Cincinnati.

Del curso 1960-61 al 1969-70 estuvo Robertson en los Royals. Y nos siempre por su voluntad. Si bien ahora un jugador no elige (pongamos esto entre comillas) su destino en el Draft, sí tiene la potestad de escoger su camino una vez caduque su contrato con su primer equipo profesional. Antes no era así. Por esa estuvo una década Robertson en los Royals. Y por eso denunció a la NBA en 1970.

Las pensiones, primer logro

Pero antes, el base ya había dado mucha guerra a la NBA. El Sindicato de Jugadores se había formado en los años 50 pero se trataba casi de una mera formalidad, de algo que estaba ahí, en una NBA donde los jugadores negros todavía en esos tiempos, al igual de lo relatado en la NCAA o en High School, eran considerados por muchos como inferiores.

Con el MVP de la NBA bajo el brazo y de la mano de compañeros como Jerry West, Oscar Robertson empezó a pedir a la liga derechos sociales. Nada del otro mundo, no se vayan a pensar: que les pagaran los partidos de pretemporada, que viajara con los equipos un preparador físico, que tuvieran una pensión para cuando se hubieran jubilado. Esas demandas fueron despreciadas, oídos sordos, por parte de los propietarios de las franquicias, que sin embargo vieron cómo esa manera de ignorar a Robertson y compañía en el verano de 1963 les iba a estallar en la cara. En el primer All-Star televisado a nivel nacional, en 1964, Robertson lideró un plante en los pasillos de los vestuarios del Boston Garden. O les hacían caso los propietarios o no había All-Star. Al final , estos últimos accedieron a hablar y en 1965 llegaba el sistema de pensiones a la NBA.

Robertson contra la NBA

Era el primer logro de Mister Triple-Double, un sistema de pensiones garantista que aseguraba en cierta forma la vida de los exjugadores. Un hito que tenía entonces más sentido que ahora, porque en la década de los 60 los jugadores, salvo casos puntuales, estaban muy lejos de resolverse la vida con sus años como deportistas.

Pero en 1970 Robertson había sido traspasado a los Bucks, donde estaría hasta 1974 y donde amarraría la gloria del anillo y de las Finales que nunca abrazó con los Royals. Acabó en Milwaukee porque así lo decidieron quien lo tuviera que decidir, nunca él.

Con orígenes en las ligas de béisbol estadounidenses (1870), la Option Clause ataba de pies y manos al jugador con la franquicia. Cuando expiraba el contrato, esta tenía la potestad de renovarlo, incluso por menos dinero. De modo que un jugador sólo era libre si así lo disponía la franquicia, que podía retener al jugador hasta que le diera la gana. La relación entre las partes se acababa cuando el equipo en cuestión lo deseara, bien por un traspaso, bien porque le dejaba volar libre, pero nunca por elección del jugador, quien incluso retirado, seguía perteneciendo a esa entidad a la hora de plantearse regresar a las pistas.

Todo esto lo denunció en 1970 Robertson, que emprendió medidas legales contra la NBA y abrió un proceso judicial que acabó en el Congreso. Como dato, señalar que la NBA estaba defendida por un bufete cuyo líder era David Stern, quien pocos años después se convertiría en el Comisionado de la Liga y la salvaría de muchos y oscuros males en los 80.

Además de denunciar la Option Clause, pedía que se parase la fusión con la ABA, porque ahondaría en el problema de la falta de libertad de los jugadores para elegir su destino.

Robertson se retiró en 1974, en los Bucks a los que había sido enviado en 1970 y con los que había abrazado el anillo en 1971. Su otro gran triunfo, el que cambió para siempre, la NBA, llegó en 1976, cuando ganó su demanda. 

Sin llegar a los grados de libertad que se ven ahora en la Agencia Libre, Robertson al menos obtuvo un salario mínimo para los jugadores de 20.000 dólares, más derechos tras el Draft y un sistema que hacía que un jugador libre pudiera escuchar ofertas, la franquicia de origen igualarla y el propio interesado decidir qué opción le cuadraba más.

En 1988 todo cristalizó definitivamente en lo que conocemos hoy como la Agencia Libre, donde cada año vuelan más y más millones. Y sin embargo, aquel éxito de Robertson es el germen de todo lo que hay hoy. Sin aquella demanda, sin aquel pulso a la NBA por la libertad de los jugadores, nada de lo de hoy quizá fuera verdad.

El jugador no sólo es libre sino que forma parte del negocio, participa de él y aumenta su valor en base a un sistema de oferta y de demanda y circulación de trabajadores. Ganan millonadas porque se han revalorizado, porque Robertson tumbó una práctica del siglo XIX demasiado arraigada en una NBA que, afortunadamente, no se reconoce en nada o casi nada con aquella de hace medio siglo. Ni en el racismo, ni en la falta de libertades de los jugadores ni en la decrepitud de inicios de los 80 que casi entierra todo para siempre.

(Fotografía de Kevin Winter/Getty Images for Turner Sports)


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