“La forma en que sucedió es la forma en que tenía que suceder”. El 15 de noviembre de 2015 Bickerstaff lanzaba esta frase tras estrenarse, con victoria, como entrenador jefe en la NBA. Una sentencia que se puede aplicar a cómo ha transcurrido su carrera en los banquillos. Porque el ahora alabado técnico de los Cavaliers y recientemente renovado hasta 2027 con la entidad de Cleveland ha sabido seguir el ritmo adecuado en su carrera profesional.
Nacido en Denver en 1979, J.B. se había convertido en la campaña 2004-05 en el entrenador asistente más joven de siempre en la NBA. Unas décadas antes, en el año 1973, su padre Bernie Bickerstaff, quien precisamente le había dado el puesto de ayudante suyo en Charlotte en ese curso 2004-05, ya había sido con 29 años el asistente más joven de la historia de la NBA. Legado que pasaba de padre a hijo. Ambos estuvieron juntos en el banquillo de los Bobcats hasta 2007, cuando Bernie terminó su estancia en Charlotte y J.B. encontró un puesto de trabajo, de nuevo como ayudante, en Minnesota, lugar de sobra conocido para él.
Convertido en el jugador más joven de la NCAA I al debutar con 17 años con Oregon State en la 1996-97, este alero de apenas 200 centímetros de altura dividió su estancia universitaria entre la propia Oregon State y la Universidad de Minnesota, donde celebró sus dos últimos cursos en la NCAA. Acabó con unos respetables 98 partidos entre ambos destinos y unos números de 82 titularidades, 8,0 puntos, 4,7 rebotes y 3,0 asistencias.
Bickerstaff prolongó su desarrollo profesional esa Universidad de Minnesota donde a inicios del siglo XXI trabajó en sus despachos, como director de operaciones del programa de baloncesto masculino. También en el área de Minneapolis fue durante la 2003-04 comentarista de radio de los partidos de aquellos tan interesantes Wolves.
Más de una década de trabajo curtido al lado de Kevin McHale
Sin duda, la presencia de su padre en el banquillo de los Bobcats ayudó a que J.B. lograra su primer trabajo como asistente en la NBA. Pero esta gran liga no regala nada y si a J.B. le allanaron el camino de entrada, él luego se encargó de hacerse fuerte en una competición que te devora cada día. De hecho, nunca, ni un curso, le ha faltado trabajo desde ese 2004. Minnesota y concretamente Kevin McHale lo firmaron para su cuerpo técnico y de la mano de este ilustre Head Coach Bickerstaff aprendió, y se deslomó, en el duro negocio de la NBA. McHale se lo llevó de los Timberwolves a los Rockets para la 2011-12 y ahí J.B. Bickerstaff iba a tener en 2015 la primera gran oportunidad. Que aprovechó a su manera, pero que también dejó voluntariamente pasar.
El interino que no aguantaba el ambiente de Houston
“La forma en que sucedió es la forma en que tenía que suceder”. Decíamos que era 15 de noviembre y Bickerstaff no sólo acababa de debutar como entrenador jefe en la NBA sino que lo hacía con un sudado triunfo frente a los Blazers. En la mañana de ese día los Rockets habían despedido a McHale tras un balance inicial de 4-7. El mal ambiente en el vestuario de Houston, con la guerra James Harden-Dwight Howard en toda su esencia, había puesto el finiquito sobre la mesa a McHale, incapaz de guiar ya tren perdido de los texanos. Fue su asistente Bickerstaff el que se comía la responsabilidad de enderezar todo aquello. La cosa no empezó mal, con la citada victoria sobre los Blazers. En esa jornada, un arreón final de Harden y un triple de Corey Brewer firmaron la prórroga, donde luego La Barba sumó los 9 puntos de los suyos. J.B. había caído de pie en la NBA después de lustros como asistente. Pero desde la gerencia avisaban: era un puesto de interino. Incluso así, sacó adelante su labor en la Temporada Regular (37-34 de balance) y consiguió meter a los Rockets como octavos del Oeste. Luego, en la primera ronda de los playoffs, 1-4 frente a los Warriors, a aquellos Warriors de 73-9 a los que sólo tumbó LeBron James.
Misión cumplida por el interino, que al menos fue capaz de que no le estallara en las manos todo el complicado universo de egos en que se había convertido Houston. Justo después de la eliminación y antes de que su nombre se pusiera en la terna de posibles candidatos, Bickerstaff se reunió con la gerencia de los Rockets y dijo que con él no contaran para volver como entrenador jefe, que unos cuantos meses al frente de ese vestuario eran suficientes para saber que no era lo que él quería para su porvenir. Y aunque su nombre realmente estaba sólo en las quinielas por educación y deferencia de la franquicia hacia alguien que había bregado duro, él se encargó de borrar su nombre. Por si acaso.
Más interinidad en Memphis en otra nave sin rumbo
A veces saber seleccionar tu momento y renunciar a la posibilidad de grandes escenarios puede ser visto en ese instante como un error, pero sólo el paso del tiempo da la razón a quienes deciden que ese no es el sendero adecuado. Bickerstaff debió de considerar que todavía no estaba maduro para ponerse al frente de nuevo de una franquicia y que la paciencia, porque él era un hombre que ni había llegado a la cuarentena en 2016, jugaba de su lado.
Así que se unió a los Grizzlies, que estrenaban entrenador en la 2016-17, en la figura de David Fizdale. Memphis venía de un 0-4 en los recientes playoffs, arrasada la escuadra dirigida por Dave Joerger a manos de los Spurs. No les fue mucho mejor a los de Tennessee con Fizdale, quien en una temporada y un puñado de partidos de la otra no pasó de la primera ronda de las eliminatorias por el anillo. De nuevo en 2017, San Antonio tumbaba a Memphis (4-2). Fizdale sí arrancó la 2017-18, pero fue liquidado tras un comienzo, digamos discreto: 7-12.
A estas alturas ya suponen quién se quedó al frente del equipo. Sí, fue Bickerstaff, en su segunda oportunidad como entrenador jefe. Y la segunda en la que recogía un plantel en problemas arrancada la temporada. De nuevo la etiqueta de interino le venía impuesta. En una nave perdida, que daba sus últimos suspiros al proyecto de los Mike Conley y Marc Gasol, Bickerstaff estuvo al frente de los Grizzlies 63 duelos de la 2017-18, con un balance de 15-48.
Primer puesto de entrenador jefe en la antesala del éxito de verdad
Acabado el curso, en un mercado menor como era Memphis, todavía con Marc Gasol y Mike Conley, pero a la vez con aspectos como el contrato ruinoso a Chandler Parsons muy presentes, Bickerstaff era premiado por Chris Wallace, entonces GM de los Grizzlies, con el puesto de entrenador jefe. Desde ese momento, mayo de 2018, los destinos de uno y de otro iban a estar íntimamente ligados con la puerta de salida de Memphis con colofón último. Fue el 11 de abril de 2019, sólo un día después de que acabara la Temporada Regular, que Bickerstaff cerraba fuera de las eliminatorias por el anillo y con un balance de 33-49. La empresa de volver a poner a los Grizzlies en la senda de los playoffs, en los que se habían convertido en un fijo en las últimas campañas, fracasó. “Mi objetivo es ganar”, decía Bickerstaff en 2018 cuando se despojaba de la interinidad y por primera vez cogía el carro de un plantel desde el inicio del curso. Su buen trabajo con los jóvenes en la 2017-18 tras la salida de Fizdale había gustado en Tennessee, hasta el punto de darle un contrato de tres campañas, que se quedaron en una.
El 11 de abril Bickerstaff era despedido de los Grizzlies. Y con él su valedor Chris Wallace. La sentencia ya estaba escrita desde hacía meses, sobre todo cuando el 7 de febrero de 2019 Marc Gasol había sido enviado a los Raptors. En Memphis habían tirado la cuchara.
Cleveland era el destino: el plan que saltó por los aires para beneficio de todos
Algo tendrá de bueno alguien que pese a todo, sigue sin faltarle trabajo curso tras curso. Quizá las dotes de entrenador jefe estuvieran algo verdes en la sangre de Bickerstaff, pero no había discusión acerca de si se trataba de uno de los mejores asistentes de la NBA. Lo era. Y en los Cavaliers diseñaron un plan que acabó por salir fatal. Pero de esa fatalidad deportiva surgió la gloria y llegaron los Cavaliers que ahora asombran a la NBA.
Resulta que para el verano de 2019, en unos Cavaliers en depresión todavía por la marcha de LeBron James en 2018, a los de Ohio se les ocurrió que era buena idea trazar un plan que creían sin fisuras: firmar a un mito de la NCAA como John Beilein — que se estrenaba en la NBA — y situar a Bickerstaff como su entrenador asociado, en la idea de iniciar un proceso por el cual finalmente J.B. terminaría asumiendo los galones a medio plazo. Y ese medio plazo se convirtió casi en un aquí y ahora. John Beilein no supo entrenar en la NBA y con un balance de 14-40 dimitió en febrero de 2020. Tercer plantel que asumía Bickerstaff iniciada la temporada. Sus buenas dotes, con un récord de 5-6 desde que cogiera al equipo, le valieron la renovación hasta 2024 como primer entrenador. Aquella noticia llegaba el 10 de marzo de 2020. J.B. se ganaba otra oportunidad y un margen de tiempo para edificar el porvenir. El futuro, no obstante, era presente y con un nombre: coronavirus. La NBA paraba el 11 de marzo. El resto de la historia mundial ya es sabida.
Fuera de la burbuja de Orlando, Cleveland había cerrado ya la campaña. La 2020-21, la de 72 partidos de Temporada Regular y todavía marcada por la pandemia, no dejó grandes cosas, al menos de cara a la galería. Cleveland construía, esa palabra tan manida para equipos perdedores, y dejaba pasar el tiempo. Lo más notable, haber adquirido a Jarret Allen en el acuerdo a cuatro bandas de enero de 2021 que ponía a Harden en los Nets. Junto con ello, Evan Mobley era seleccionado en el número 3 del Draft. Puntos más importantes que el balance de 22-50.
La sorpresa de muchos
Eso ha sido Cleveland. Eso son los Cavaliers en esta 2021-22. Cuando adquirieron a Ricky Rubio en verano pocos pensaban que iban en serio, que la franquicia quería competir. Pero este traspaso, la presencia de Darius Garland, el adquirir a Lauri Markkanen con una potente oferta o el renovar a Jarret Allen quizá indicaban que con esos mimbres no se podría hablar de otra temporada sin más. El arranque del curso (Kevin Love resucitado para causa) confirmó que los de J.B Bickerstaff iban en serio. Hay que verles jugar y saber que hay compromiso, que el equipo está con el entrenador, que todos viajan en una misma barca remada por decenas de brazos dispuestos a todo. Y que se divierten. Y divierten.
En Ohio han sabido que Bickerstaff está en su momento. Que le ha llegado quizá el contexto, la plantilla y el lugar adecuados. De ahí que renovaran hasta 2027, manteniendo como firme la apuesta que ya se había producido en marzo de 2020 cuando le dijeron que estaría con los Cavaliers hasta 2024. El largo plazo ha llegado a Bickerstaff y a Cleveland. Ya nada habla de interinos, de equipos que se caen cada noche y de plantillas deslavazadas. Ni siquiera la lesión de Ricky, un golpe duro en la línea de flotación del proyecto, parece que haya bajado los ánimos. La rápida reacción para adquirir a Rajon Rondo, encantado de liderar un proyecto que huele playoffs, es la mejor muestra de que en Cleveland van en serio. Han acortado muchas etapas. La transición, para otros. Y en gran parte eso es responsabilidad de John Blair Bickerstaff.
“La forma en que sucedió es la forma en que tenía que suceder”.
(Fotografía de Jason Miller/Getty Images)