Analizar el pasado con las gafas del presente, y no con las de ese mismo pasado, es una práctica muy, muy común. Los contextos son demasiado importantes como para dejarlos de lado. Cuando alguien llevó a cabo algo quizá sea conveniente estudiar el momento en que lo hizo, las razones que lo llevaron a ello. Lo que le rodeaba.
¿Por qué todo esto? Porque ahora es sencillo decir que DeMar DeRozan acertó de pleno en irse a los Bulls. Que los Bulls hicieron lo propio apostando por él. Pero eso es porque estamos analizando el pasado con la realidad presente delante de nosotros. Una realidad que habla de un jugador que va rumbo al MVP, o al menos se ha ganado todo el derecho a estar en las discusiones. Una figura anotadora que tiene a todo el Este y a Chicago en vilo. Una de las mejores noticias de la NBA en esta temporada.
Y sin embargo, cuando en agosto de 2021 DeRozan acordó el Sign-and-Trade con los Spurs para que lo enviaran a la Ciudad del Viento, casi todo el universo pensó que en Chicago estaban locos. No pasa nada por entender que aquello parecía una maniobra demasiado arriesgada de una franquicia que llevaba demasiado tiempo fuera del foco. ¿82 millones de dólares y tres temporadas por un jugador bien entrado en la treintena que parecía lejos de sus mejores días? ¿Acaso le estaban regalando a DeRozan el último gran contrato de su carrera? No pocos contestaban de forma afirmativa a esta pregunta.
En lo que respecta a DeRozan, el de Compton estaba curado de espanto. Ya se le había roto el alma en aquella tarde de 2018, al salir del cine, cuando le llamaron para decirle que iba a ser traspasado. Y él, que había hablado con los gerentes de los Raptors días antes y le habían dicho que ni hablar, que no, que no salía, pues no hizo caso a las llamadas. No se imaginó que sería lo que fue, que le enviaban a San Antonio — y encima a ser base, como luego le ordenaría Popovich — a cambio de Kawhi Leonard. El destino todavía fue más cruel cuando Toronto, que había sido su único hogar desde que debutara en la NBA en 2009, ganaba el anillo en 2019. ¿Cómo te has de sentir cuando el equipo de tu vida te envía lejos y gana su primer título?
Ahora que LeBron se había ido al Oeste, ahora que la pesadilla que martilleó a Toronto cambiaba de conferencia, DeRozan lo hacía también. En contra de su voluntad.
Cada punto vale un dólar
Cuentan en un reportaje de ESPN cómo a principios de 2022 DeRozan sigue en la pista del United Center tras terminar un partido de los Bulls. Cualquiera que le viera lanzar y lanzar tiros libres en esa especie de entrenamiento extra no creería que pocos días antes se había convertido en el primer jugador del Siglo XXI en la NBA en anotar dos tiros ganadores sobre la bocina de forma consecutiva en años distintos: contra los Pacers el 31 de diciembre de 2021 y contra los Wizards el 1 de enero de 2022.
Pero DeRozan entonces trabaja y trabaja, lanza tiros libres, con la enseñanza de su padre, que le acompañaba y le enseñaba el baloncesto para que se alejara de todo lo malo del entorno de la ciudad angelina de Compton. “Cada punto vale un dólar”, le decía a él, a DeRozan, mucho antes de que su hijo se convirtiera en estrella de la Southern California. Mucho antes de que fuera número 9 del Draft de 2009, el de Blake Griffin, del Ricky Rubio, el de James Harden o el de Stephen Curry.
Cada punto valía un dólar y DeRozan lleva a mediados de febrero casi 19.300 en temporada regular. Es ya uno de los mejores 65 anotadores de siempre y ocupa el undécimo puesto en lo que se refiere a anotadores en activo. Si cada punto valía un dólar, el angelino lo ha multiplicado por miles y miles y millones de dólares.
Salud mental, fuera del All-Star y del foco
No hace demasiado el escolta contó cómo vivió los últimos meses de su padre, finalmente fallecido en 2021 y al que acudía a ver, con permiso de los Spurs, en muchas ocasiones tras los duelos con los texanos. En honor a él es el tatuaje que luce en su brazo, una recompensa a su progenitor. “Pasaba horas y horas al lado de su cama”. Vuelo arriba y vuelo abajo consiguió incluso así, y en la temporada tras la burbuja de Orlando y con la pandemia haciendo todo más difícil, promediar 21,6 puntos en 33,7 minutos por noche.
No obstante, que le enviaran en 2018 a los Spurs le dejó en una especie de segundo plano. Todos los focos se iban a otros sitios y en Toronto, en concreto, a Kawhi. El anillo canadiense corroboró esta tendencia. Y tenía que dolerle a un DeRozan que había sido de los primeros en 2018 en afrontar en la NBA directamente el tema de la salud mental. De exponer lo que pasaba y que no pasaba nada por decirlo.
En ese año donde sintió que lo traicionaban, donde se abrió al mundo para explicarse, también vivió su último All-Star hasta la fecha. Porque durante las tres temporadas que DeRozan formó parte de los Spurs él cumplió religiosamente con su contrato, hizo buenos números, llegó a un 3-4 en la primera ronda del Oeste contra los Nuggets pero… había perdido el foco.
La bendita apuesta de los Bulls
Por primera vez en su vida agente libre sin restricciones, durante el verano de 2021 no fueron pocos los rumores que asociaban a DeRozan con varias franquicias, incluida los Lakers. De hecho, a comienzos este curso el jugador reconocía que habría ido los Lakers, que era su deseo. «Las conversaciones con LeBron y los Lakers fueron geniales. Simplemente no funcionó» admitía el jugador en una entrevista concedida a Shams Charania para Stadium.
Esto, más allá de constatar el error de los Lakers al no ficharlo y decantarse por Russell Westbrook —de nuevo miramos el pasado con las gafas del presente— dejó el sendero libre para otras operaciones. Y entraron los Bulls, con dinero fresco y capacidad para ofrecer más por esta pieza de lo que darían otras franquicias.
Ha pasado medio año de aquella operación que enviaba a DeRozan a Illinois. En su momento, dejó frío el mercado. No era un bombazo, como tiende a decirse ahora. Pero en Chicago caminaban ajenos al ruido, o más bien a su ausencia, que había dejado la incorporación de un prolífico anotador que entre sus debes, los que le colocaban algunos, estaba su recelo a tirar de tres.
Una pieza que abusa de la media distancia, que no es un tirador de triples como los que se estilan ahora, que tiene 32 años, que va a cobrar 81,9 millones de dólares en tres cursos y que etc. Todo eso y más tuvieron que escuchar la gerencia de los Bulls y DeRozan.
Decíamos que habían pasado seis meses de aquello y DeRozan se ha encargado de callar a todos. Y Chicago de demostrar que tenían razón, que acertaron, que volverán a los playoffs que no pisan desde 2017. Y que lo harán quizá no como candidatos absolutos pero sí con la fuerza, la gasolina y la dinámica suficientes como para considerar cualquier hito de todo menos una sorpresa.
Por supuesto que los Bulls no son sólo DeRozan, pero él era la piedra que faltaba, el salto de calidad total que unir a un plantel bien dirigido por Billy Donovan y donde Zach LaVine no tiene problemas para compartir estrellato. Unos Bulls que ya arrancaron el camino de la reconstrucción cuando enviaron a Jimmy Butler a los Wolves en 2017 a cambio del propio LaVine. Que pusieron otro ladrillo en el mercado invernal de 2021 al obtener a Vucevic y a JaVonte Green y que luego remataron con Alex Caruso.
DeRozan comanda el vuelo de Chicago en la Ciudad del Viento. A 15 de febrero de 2022 ha jugado 54 de los 58 partidos posibles. Ha pasado Ómicron y ha sido capaz de destrozar a los Lakers justo el día de su regreso (38 puntos el 19 de diciembre). De esos 54 duelos, sólo en 8 se ha quedado por debajo de los 20 puntos. Ahora mismo, vive en una racha de 6 partidos seguidos con al menos 35 puntos y un 50% de acierto en tiros de campo. Sólo un tal Wilt Chamberlain igualó aquello. Puntos y eficiencia en el tiro. Sin volverse loco con el triple, recurso que cuando necesita, lo ejecuta bien. Por cierto, ya saben, vuelve al All-Star tras un trienio en blanco.
Un jugador con algo de otros tiempos, una delicia plástica con la que es imposible no disfrutar. Un DeMar DeRozan que sigue jugando cada minuto como si cada punto valiera de verdad un dólar. Como si cada punto valiera un MVP que por justicia merece como el que más. Otra cosa es el marketing y que interese o no dárselo, que nos conocemos. Pero lo merece.
¿Quién lo iba a decir en 2018?
(Fotografía de portada de Cole Burston/Getty Images)