Vaya por delante que soy un convencido opositor de las despedidas en formato bombo y platillo. Del decir eh, que estoy aquí pero a partir de ahora ya no lo estaré. Mucho más amante, en este sentido, de la escuela Tim Duncan que de la Kobe Bryant, aunque el ’24’ tenga pase vitalicio en mi corte celestial de jugadores.
En este texto de enfoque personal y divagación infinita, os vengo a contar que, después de casi siete años en la trinchera, me despido de nbamaniacs. Al menos de momento, toca decir hasta la vista.
Como no quería un producto lacrimógeno —lo digo por mí mismo—, ahí van algunas reflexiones, recuerdos y apuntes entrañables sobre mis años con el que considero y consideraré mejor medio NBA en lengua castellana.
…
Levantaba escasos palmos del suelo cuando comprendí que aquellas siglas —N.B.A.— con jugadores brincando como anfibios del Amazonas resultaba irresistible. Había ayudado, claro está, que acontecían entonces los últimos años de la dinastía Michael Jordan. Mike y los Bulls estaban por todas partes.
En particular, un primo algo mayor que yo tenía toda su habitación embutida con posters de M.J. A mis seis o siete años, aquello era demasiado seductor como para no investigar más.
En pocos meses, el coleccionista de posters y carpetas NBA para el colegio empecé a ser yo. Y desde ahí llegó la retahíla de herramientas que afilaron todavía más mi devoción por la Liga: el partido de Canal Plus los viernes por la tarde, programas televisivos como NBA en Acción, Space Jam, el videojuego NBA Live, álbumes de cromos y todo tipo de material escolar con el rostro de determinadas franquicias y jugadores…
No sé cuántas veces pude ganar el Concurso de triples del NBA Live 98 con Toni Kukoc… Seguro que acaricié el récord Guiness en esa particular disciplina.
Pronto me declaré adepto irremediable de la mejor liga de baloncesto del mundo. Hasta me suscribí a la extinta Revista oficial NBA; así podría seguir más de cerca la chaladura de Pau Gasol —muchos entonces decían que lo era— de sobrevolar el Atlántico a los 21 años.
Por cierto, la figura de Pau —como Kobe— siempre me ha generado una veneración superior. Desde 2001 a 2008 de veras creía ser fan de los Memphis Grizzlies desde que nací. Como todos/as en aquellos años. No en vano, junto a Bryant, Pau se convirtió en otro de mis referentes para toda la vida.
NBA y periodismo
Mi creciente afición por consumir prensa deportiva siempre que tenía ocasión me llevó a estudiar Periodismo.
Desde que pululaba por la facultad, pensaba que ojalá algún día pudiera relacionarme en lo profesional a la Liga que me desvelaba a mí y a mis compañeros de clase. Solo con que mi trabajo fuera encender las luces de una redacción NBA, hubiera podido darme con un canto en los dientes.
Pronto comprobé que, si le echaba horas y un poco de jeta, la carambola podría ser más posible de lo que creía.
Acabada la carrera —otros compañeros hicieron one and done al ver el panorama laboral que nos aguardaba—, estuve un año de beca en un periódico de mi tierra, Zaragoza.
Allí prendió la llama de unir deporte y comunicación para intentar ganarme la vida. Casi sin avisar, la NBA entraría en la ecuación un 27 de junio de 2013. Con motivo de la celebración del draft en el que participaba Giannis Antetokounmpo —entonces jugador propiedad del CAI Zaragoza—, me concedieron el honor de abrir la sección de Deportes con un gran artículo, a doble página, sobre el griego.
Yo y mis veintimuypocos años hablando de la NBA en un diario generalista. La experiencia me dejó más contento que unas pascuas; satisfecho de poder contar la competición que amaba a un público no tan especializado. Testado el picorcito de teclear sobre NBA, ya no había vuelta atrás: el siguiente paso sería intentar escribir sobre la NBA en un medio especializado.
Apunté el fusil a muchísimos medios, de los que contestaron pocos y menos todavía se interesaron por mi perfil. Uno de ellos fue nbamaniacs, donde el primer mensaje que recibí empezaba de la siguiente manera:
«Buenos días, Javier».
«Pues sí que estamos apañados…», pensé yo. «Empezamos bien, no han acertado ni en el nombre», rumié.
Lapsus de Elio aparte, pocos e-mails después, estaba listo para empezar una colaboración de prueba. Yo seguía la página desde hacía años y ya la consideraba uno de los nichos más respetados de la NBA en español.
Entrar ahí era un honor no, lo siguiente.
Para hacernos una idea de lo que ha cambiado la Liga desde que redacté mi primer texto, Jeremy Lin era uno de los rostros importantes tras su rutilante paso por Manhattan. No ha llovida ni nada… Mi primer texto, de hecho, contaba que el otrora astro neoyorquino dejaba huérfanos, por lesión, a sus Rockets.
Los tirones de orejas
Imposible olvidar mis inicios en los que apenas me atrevía a dar tres pasos sin la aprobación del boss, vía conversión en Hangouts. Le tenía frito al pobre; todo eran preguntas sobre si esto y lo otro era publicable o no. No le dejaba ni irse a hacer ejercicio un rato tranquilo. Es real, eh.
En una ocasión cuando aún rompía el cascarón en la web, di con una nota de prensa de lo más curiosa: Yao Ming estudiaba en una universidad de China y parecía que, mientras lo hacía, residía o se dejaba caer por una residencia de estudiantes. Fusilé fielmente aquella sorprendente (para mí) información, a lo que Elio tuvo que explicarme que estuviera más espabilado: era impensable que alguien multimillonario como Yao viviera entre literas, calimochos o lo que sea que hicieran los estudiantes chinos por aquella época.
Un poco de contexto y de olfato, hombre ya, me instaba a mí mismo.
Capté el mensaje y aquella lección me sirvió para poder filtrar mucho mejor la información que incluía en los textos. También para no enredarme en arabescos y palabras rimbombantes —las adoraba—. Lo importante era la información y el contexto. Florituras, las justas.
Me costó un poco aterrizar y aplicar todo aquel dogma. Había sido siempre un insaciable consumidor de NBA pero tampoco me manejaba demasiado en fuentes de información y diarios americanos.
Alguna metida de gamba que otra conllevó el correspondiente tirón de orejas —totalmente merecido, Elio bastante hacía—; pero poco a poco sí empecé a escribir textos más asépticos y con un contexto más explicativo.
Al cabo de unos meses, encontré el camino para quedarme en nbamaniacs bastante más tiempo.
El contenido
A lo tonto modorro, habrán sido varios miles de textos escritos en nbamaniacs en estos años. Entre ellos, entrevistas a jugadores como Ricky Rubio, Juancho Hernangómez, su hermano Willy…
También exclusivas mundiales con información de pura actualidad NBA, como la más reciente de que Minnesota bebía los vientos por Facundo Campazzo. Bastante mérito tiene que, con la limitación territorial, en nbamaniacs pudiéramos descubrir esta noticia antes que ningún otro periódico español, argentino o estadounidense. No todo va a salir de los chivatazos a Woj y Charania, aunque a su lado seamos como Gulliver entre gigantes.
Otro de los textos que recuerdo con mayor emoción es la crónica del mejor partido de un jugador con la selección española. ¿Alguna idea de a cuál me refiero?
También quedé bastante satisfecho con todos los textos de enfoque más humano, personal y sentimental que fuimos publicando en Extra nbamaniacs desde su fundación el año pasado. Este de Jaylen Brown —en abierto para todo el mundo— es una buena muestra de ello. Y hay más: Fred VanVleet, Scottie Pippen, Toni Kukoc, Dennis Rodman, Christian Wood y un largo etcétera.
El Mundial
Allá por el período cretácico —a mí me lo parece—, pude hasta cubrir el Mundial FIBA 2014, acreditado en nombre de nbamaniacs. No os podéis figurar la ilusión de aquel young Miguel respirando, por primera vez, el mismo oxígeno que las estrellas NBA allí congregadas.
En tal experiencia tuve la ocasión de entrevistar en exclusiva —nada de ruedas de prensa— por primera vez a un jugador de la NBA: Francisco García, entonces albañil de repuesto de los Houston Rockets. Por algo había que empezar.
Por cierto, del Mundial me llevé una anécdota de lo más bizarra que nunca había contado a micrófono abierto. Durante la primera fase del torneo, seguí al Team USA desde Bilbao. Mi alojamiento se localizaba en el centro de la ciudad, en una calle que más bien parecía la Meca de los bares de pintxos. De vuelta al hostal tras una de las jornadas iniciales, muy poco antes de echar mano a la llave para abrir la puerta principal, me topé con Marc Stein, periodista estrella en aquel momento de ESPN, hoy en el New York Times.
Él, que en el pabellón estaba todo el día colgado del teléfono, parecía estar más perdido que un payaso en un funeral. Era plena noche (como las doce) aunque en la calle había buen ambiente. Yo iba mirando mi móvil y él parecía buscar un sitio para (re)cenar. Leía las cartas de restaurantes en un lado y otro de la calle pero no se terminaba de decantar.
Como yo iba distraído con el teléfono y él solo obedecía a su estómago, casi terminamos chocando. Me miró. Le miré. Pero ninguno abrió la boca. Los dos seguimos nuestro camino y santas pascuas.
«Dile algo, hombre de Dios; es una maldita estrella de esto», pensé dos segundos después de arrancar de nuevo. La idea de abordarle se esfumó cuando me percaté de que ya había elegido escenario para su banquete. Debía de tener más hambre que el Lazarillo de Tormes porque vio una pizzería y se metió como un descosido.
La experiencia del Mundial es una de las que, todavía hoy, más valoro en el terreno profesional. Es justamente lo que sueñas cuando entras en la facultad y vives los septiembres pegado a la TV para no perder detalle de los torneos FIBA. Una auténtica gozada. Un parque de atracciones por el que, encima, te pagan.
La NBA es familia
Hace no muchas semanas, en nbamaniacs vivimos uno de los momentos más duros en la historia de la web. Con el parón de la NBA por el coronavirus, estiramos el chicle todo lo que pudimos para seguir ofreciendo contenido de calidad. Esos meses nos hicieron bastante daño, fueron muy duros, pero el contenido que sacamos adelante tuvo bastante buen aspecto. Véase series como El Origen de los equipos NBA, Los mejores jugadores NBA por franquicia, Todo sobre The Last Dance o Grandes equipos sin anillo.
Por mucho que no hubiera partidos y highlights, muchos de vosotros seguíais entrando en la web para ver qué había de nuevo bajo el Sol. Gracias a eso pudimos resistir en el desierto hasta que llegó la Tierra prometida en forma de burbuja.
…
Como he mencionado más arriba, dejo nbamaniacs después de casi siete años pero con la conciencia bien tranquila. Es así por haber aportado mi humilde argamasa a un medio que trata la NBA desde el prisma que considero correcto. Con rigor, contexto, seriedad, respeto, objetividad, profesionalidad y sin fanatismos o clickbait. Cuestión nada baladí en este tiempo en el que la profesión sigue herida de muerte, como bien comentaba hace poco el referente de todo, Antoni Daimiel.
Por otro lado, no os figuráis la felicidad que genera en el equipo de la web la fluida interacción con vosotros/as, lectores. Que podáis comentar, opinar sobre nuestros textos y nosotros, por nuestra parte, participemos también del debate lo mejor que sabemos. Eso nos da la vida. La comunidad es uno de los grandes tesoros de nbamaniacs que hay que seguir conservando. Compañeros de redacción y foreros serán, para siempre, parte de mi familia.
Por cierto, el debate y las conversaciones van un poco más allá en Extra. Animaos si todavía no habéis probado; el producto bien lo vale.
Para ir terminando, que me pongo a escribir y no tengo medida, he gozado de la increíble satisfacción de dedicarme a una de mis mayores aficiones y me han pagado por ello. He sido un privilegiado. Y gracias a esta dilatada experiencia también doy ahora un paso adelante en mi carrera con el baloncesto y la comunicación.
Nada más, solo gracias a todos/as por estos años, a Elio y a todo el equipo, y nos seguimos leyendo por aquí; siempre. En la casa de todos los que amamos la NBA como a un miembro más de nuestra familia.