La NBA está suspendida hasta nuevo aviso pero el balón sigue botando en NBAManiacs. La semana pasada dimos comienzo a varios seriales históricos con el fin de ofrecer el mejor contenido posible a nuestros lectores durante este tiempo de parón. Recientemente nos centrábamos en la figura de Jerry Colangelo, quien lideró una revolución a todos los niveles en Phoenix, mientras que ayer recordábamos la irrupción de los Bulls de Michael Jordan. Ahora, hacemos un pequeño viaje atrás en el tiempo para conmemorar a aquellos santuarios del baloncesto que han formado parte de la narrativa general de la NBA. Recintos de leyenda, cargados de éxitos y triunfos, pero también de derrotas y decepción. En esta tercera entrega, el Chicago Stadium.
Primera entrega: el Memorial Coliseum de Portland
Segunda entrega: the Mecca de Milwaukee
Chicago, y todo buen aficionado deportivo que se precie, sea de la disciplina que sea, debe su total agradecimiento por la existencia del Chicago Stadium a Paddy Harmon, uno de los empresarios más conocidos y carismáticos de la ciudad a principios del siglo XX. De padres irlandeses que habían emigrado a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, Harmon comprendió desde bien temprano lo dura que podía llegar a ser la vida. Dejó el colegio a los siete años para vender periódicos y llevar dinero a casa. Paso a paso fue escalando en la pirámide hasta convertirse en el dueño de dos de las salas de baile más populares de la ciudad y en el primer presidente de la Asociación Nacional de Propietarios de Salas de Baile.
Al mismo tiempo, su interés en el mundo de los deportes fue creciendo, mientras vislumbraba un filón empresarial con el que seguir engrosando sus arcas. Estaba convencido de que el hockey profesional tenía cabida en Chicago y con esa idea en mente partió hacia una reunión de la NHL que se iba a celebrar en Montreal y en la que se iba a discutir acerca de la expansión de la liga. La decepción de Harmon fue enorme al enterarse de que Frederic McLoughlin, también empresario y comandante de los marines durante la Primera Guerra Mundial, se le había adelantado.
Así, Harmon cambió su enfoque. Si no podía ser dueño del equipo (finalmente McLoughlin materializaría sus esfuerzos con la creación de los Chicago Blackhawks en 1926), al menos lo sería de las instalaciones en las que jugarían. El Chicago Stadium abrió sus puertas al público el 28 de marzo de 1929 con la celebración de un combate de boxeo y los Blackhawks disputarían en él su primer partido nueve meses después. Sin embargo, Harmon no podría disfrutar del culmen de su opera prima: tras invertir 2,5 millones de dólares de su propio dinero, el grupo inversor al que acudió para completar los siete millones necesarios lo apartaron de la operación, dejándolo al borde de la bancarrota. Apenas un año después fallecería en un accidente de tráfico. Su último deseo, eso sí, fue concedido: su funeral fue celebrado en el propio Chicago Stadium, quien se vistió de negro para rendir el último adiós a su artífice y creador.
Al igual que el United Center –su sustituto décadas más tarde–, el Chicago Stadium fue considerado una construcción vanguardista cuando fue inaugurado. Contaba con una pista principal de más de 3.400 metros cuadrados, una pista de hielo de casi 60 metros y una capacidad para 16.600 aficionados, más del doble que el Madison Square Garden (8.000), el mayor pabellón deportivo del país hasta el momento. Una de sus innovaciones más impresionantes fue un moderno sistema de aire acondicionado que aseguraba una temperatura agradable en todo su interior.
Por supuesto, el pabellón fue núcleo de múltiples eventos a lo largo de sus siete décadas de vida. Y tuvieron que pasar cuatro para que el baloncesto irrumpiera con fuerza en él. Mientras tanto, su superficie se convirtió en una meca para el boxeo, donde compitieron púgiles como Muhammad Ali, Rocky Marciano, Floyd Patterson, Sugar Ray Robinson, Jake LaMotta o Max Baer. Paralelamente, albergó algún encuentro de los Chicago Bears de la NFL, numerosos conciertos de músicos y bandas de renombre y diversos mítines, entre ellos el ofrecido por John F. Kennedy cuatro días antes de ser elegido presidente de los Estados Unidos en 1960.
No fue hasta 1967 cuando el baloncesto se instaló de manera definitiva en el Chicago Stadium. Tras numerosas gestiones, los Bulls se estrenaban en la NBA con un ambicioso proyecto que incluía a nombres tan conocidos y variopintos como los de Dick Klein (general manager y presidente), Johnny Kerr (entrenador), Jerry Colangelo (scout) y Jerry Sloan (jugador). En los 27 años de estancia de los Bulls, el Chicago Stadium fue testigo de primera mano de muchos de los grandes éxitos de la historia de la franquicia.
Debut de Michael Jordan
Apuntaba muy alto. Pero no tanto. El 26 de octubre de 1984, Michael Jordan se presentaba en sociedad ante su público. Completó una tímida actuación (16 puntos con un acierto del 31% en tiros de campo) en los 40 minutos que estuvo sobre el parqué del Chicago Stadium. Los Bulls se impusieron a Washington y el escolta escribió la primera línea de una carrera de leyenda.
All-Star Weekend de 1988
La ciudad de Chicago acogía la cita de las estrellas por segunda vez en su historia tras la celebrada en 1973. Todos los focos estaban puestos sobre Michael Jordan y el astro rey de los Bulls no falló. Primero se impuso a Dominique Wilkins en uno de los concursos de mates más recordados (y controvertidos) de todos los tiempos. 24 horas después recibiría el trofeo al MVP del All-Star Game tras anotar 40 puntos y capturar 8 rebotes en la victoria de la Conferencia Este (138-133).
El partido de los 155 puntos… sin prórroga
Aquel equipo era una auténtica máquina de triturar rivales. El 4 de diciembre de 1990, los Suns sufrieron en sus propias carnes una de las mayores exhibiciones colectivas de aquellos Bulls de leyenda. Al descanso, los de Arizona habían encajado 69 puntos antes de recibir otros 86 tantos en los dos siguientes cuartos. Chicago finalizó el encuentro con siete jugadores con dobles dígitos en anotación, un 63% de acierto en tiros de campo y 45 asistencias completadas. Los Suns, con Kevin Johnson y Tom Chambers a la cabeza, ‘tan solo’ pudieron anotar 127 puntos.
Anillo de 1992: segundo del primer Three-Peat
Los Bulls solo pudieron celebrar sobre la propia cancha del Chicago Stadium uno de sus seis títulos. Y lo hicieron con una actuación heroica en el sexto partido de aquellas Finales de 1992 ante Portland. Los de Phil Jackson comenzaron el último cuarto con un déficit de 13 puntos en el marcador que neutralizaron rápidamente con un demoledor parcial de 14-33. La pólvora de Drexler y Porter se mojó en el peor momento posible y Michael Jordan (33 puntos) y, principalmente, Scottie Pippen (26 puntos) terminaron por imponer su hegemonía.
El beso de despedida
El último evento celebrado en el Chicago Stadium antes de su demolición en 1995 fue un partido de baloncesto benéfico promovido por Scottie Pippen. El 9 de septiembre de 1994, Michael Jordan se volvía a vestir de corto pese a estar retirado (aunque regresaría apenas siete meses después) y anotó 52 puntos en la victoria de su White Team sobre el Red Team de Pippen. La escena final de Jordan, arrodillado en el suelo para besar el logo de los Bulls, sirvió para completar una de las instantáneas más simbólicas en la historia de franquicia, pabellón y jugador.
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(Fotografía de portada de David Wilson)